En la arena internacional, la política migratoria emerge como un tema de candente actualidad, especialmente a raíz del reciente anuncio por parte de la secretaria de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena, en el cual se informa sobre la firma de un convenio con Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, y Andrés López, presidente de México, con el objetivo de proporcionar un apoyo mensual de $110 dólares durante seis meses -equivalente aproximado a 1,870 pesos al mes- para aquellos que deseen retornar a su país de origen. Este acuerdo incluye medidas de apoyo para la reinstalación laboral, respaldadas por empresas como Bimbo y Femsa, además de incluir acceso a  programas de ayuda  “Jóvenes Construyendo el Futuro” y/o “Sembrando Vida” ( equivalentes a aproximadamente 7,572 pesos mensuales). 

Aunque no se especifica el número exacto de personas repatriadas, puede ser solo una, es pertinente destacar que, según estadísticas de la Unidad de Política Migratoria, la migración de colombianos y ecuatorianos aumentó 77.2% en 2023, superando las 782 mil personas venezolanas, lo que representa un incremento anual del 131.81%.

Es importante recordar que un migrante se desplaza por búsqueda de trabajo, oportunidades, o escapa de conflictos, persecuciones, terrorismo, violaciones, abusos, miedo, muy pocos por amor y otros, cuando ya no hay nada que perder. La declaración de la secretaria Bárcena, donde resalta las oportunidades laborales en México contrastadas con las dificultades en otros países, suscita reflexiones acerca de por qué alguien que dejó su lugar de origen por falta de garantías desearía regresar para reintegrarse. 

Me pregunto, ¿estos migrantes buscan su sede en México? ¿o es la última estancia para entrar al vecino y brillante país del norte USA? ¿México puede permitirse estos excesos dadivosos?  Sobre todo al resaltar que tenemos una población ( 46.8 millones de mexicanos)   que representan el 36.3% de la población total en situación de pobreza. El refrán de los abuelos es vigente y reflexivo, “no ser candil de la calle y oscuridad de la casa propia”, atender la necesidad de  nuestros propios problemas antes de intentar resolver los de otros. Sin embargo, en el ámbito de la política migratoria, esta máxima se vuelve más compleja. ¿Cómo equilibramos la responsabilidad hacia nuestros ciudadanos con la solidaridad hacia aquellos que huyen de la adversidad? Mi propia experiencia familiar me ha llevado a entender la migración no solo como un fenómeno económico, sino también como un acto de amor y búsqueda de oportunidades.

La historia de mi padre, quien migró por amor encontrando en México su nuevo hogar, me enseñó el valor de la integración y el aporte a la sociedad de acogida. Mas este caso de repatriaciones que promueve la bióloga Bárcena son harto complejas en un país marcado por las divisiones internas, de ahí que sea fundamental cuestionar si esta política migratoria contribuye a cerrar estas brechas o si, por el contrario, profundiza las fracturas existentes ¿Es un intento de expulsar a los de dentro, nominados por el presidente como conservadores, o representa una búsqueda de solidaridad con el que abandona el hogar? La respuesta a esta pregunta solo el tiempo y nuestras acciones podrán revelarla. O ¿usted qué opina?

 

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