Se dice, quizás equivocadamente, que un niño es alguien en espera de ser adulto. Hay la idea, más o menos generalizada, de que la madurez adulta es el pináculo del desarrollo humano y de que lo que la antecede y la precede son etapas que valen sólo en relación con ella.
Pero quizás sea mejor concebir la vida humana como una donde todas las fases que la constituyen son igualmente válidas. Así, un niño no es solamente un adulto en potencia, sino también un ser humano pleno a esa edad.
Con esta concepción en mente es como debemos pensar las políticas públicas dirigidas a la infancia.
Para empezar, nuestros niños y niñas en México, tienen que tener un piso mínimo de bienestar. Para ello se requiere no sólo la participación del Estado, sino también de la sociedad civil organizada, así como de la iniciativa privada. Es quizás este modelo tripartito de subsidiariedad el que más posibilidades tiene de ser exitoso. Debemos asegurarnos de que ningún niño o niña de nuestro país tenga déficit de vivienda, alimentos, salud, educación y de todo lo que hace maravillosa esa edad.
Aunque el modelo tripartita le quita una parte de la responsabilidad al Estado, lo cierto es que este sigue siendo el principal actor en el mejoramiento de la vida de nuestros niños y niñas. Por ello, convendría aumentar el presupuesto gubernamental dedicado al desarrollo de las infancias mexicanas. Esto se puede empezar a hacer realidad a través de la creación de un programa a nivel federal de atención a los menores. De entrada, este programa puede enfocarse en lo más urgente. El programa tendrá que garantizar una cobertura integral de salud para la primera infancia. Es sin duda con los seres más vulnerables con los que tenemos que tener mayor solidaridad. Otro gran logro sería cubrir a todos los niños y niñas de México contra esa enfermedad terrible que es el cáncer. Finalmente, lo mínimo que se puede hacer es garantizar el acceso básico de las infancias a todas las vacunas que han probado su eficiencia.
Asimismo, hay que proteger a los nonatos y esto pasa por ampliar los cuidados a madres embarazadas, mediante un control de natalidad y la atención al parto. Concomitante con esto se encuentra la necesidad imperiosa de re-establecer, de una manera mejorada, el sistema de estancias infantiles. Fue, desde luego, una enormidad que un gobierno supuestamente de izquierda como el que hoy está en el poder haya liquidado las estancias infantiles.
Pero lo que se necesita quizás vaya más allá de esto. No parece mala idea pensar en la creación de centros de justicia – independientes de las fiscalías – para los infantes e incluso adolescentes de nuestro país. Estos centros tendrían, como mínimo, que garantizar refugio y protección para los menores, así como atención médica, psicológica y educativa.
Antoine de Saint Exupéry le dedicó El Principito a un adulto que él admiraba. Luego corrigió y se lo dedicó a ese adulto pero cuando era niño. Atender a nuestros niños y niñas es también homenajear nuestra propia infancia.
Presidente de Alternativas por México
@gdehoyoswalther