La semana pasada recibí críticas cuando mi columna se interpretó como que la oposición no tendrá tiempo para cerrar la brecha que separa a Xóchitl de Sheinbaum. En lo absoluto quise decir eso. Sigue siendo enteramente posible que la oposición gane, aunque tiene que racionalizar su estrategia para lograrlo.

El punto que intenté hacer es que se siguen desperdiciando cuantiosos –y escasos– recursos predicándoles a los convencidos. Con el pretexto de “fortalecer la base”, la campaña cae una y otra vez en el espejismo del aplauso fácil, atacando al Presidente y justificando la constante presencia en eventos con quienes ya van a votar por Xóchitl; esa base votaría por ella aunque se fuera de vacaciones y volviera en junio. Es infinitamente más importante usar tiempo y recursos para persuadir a muchos que votaron por AMLO de que ahora lo hagan por ella.

Necesitan empezar por no confrontar, insultar o ser condescendientes con quienes simpatizan con el Presidente y dedicar su energía a darles argumentos que hagan esa transición posible, dejándolos mantener intacta su simpatía por AMLO. No hay video con imágenes sangrientas o fotos de niños que no recibieron quimioterapias que sean capaces de convencerlos, repentinamente, de darle la espalda. Para ellos la violencia proviene de la “guerra de Calderón” y el desabasto de medicinas, de empresas corruptas que las distribuían. Es contraproducente insultarlos cuestionando por qué siguen apoyando a la 4T, a pesar de evidencia “incontrovertible”.

En mi opinión, a la oposición no le alcanza con los indecisos, aunque sigue siendo importante seducirlos. Entre los que votaron por Morena hay claras grietas que pueden motivarlos a votar por Xóchitl. Entre otras cosas, rechazan la creciente inseguridad, no necesariamente a nivel de organizaciones criminales, sino de violencia cotidiana: asaltos en transporte público, cobro de piso, etc.

No será una transición sencilla, y lo es menos cuando, a pesar de no ser militante de PRI o PAN, Xóchitl carga con su desprestigio, cuando los partidos insisten en desperdiciar espacios valiosos en medios para que se promuevan los presidentes de los partidos, cuando el PRI los usa para decirnos que ellos “sí saben gobernar”, sin ver que eso provoca más náusea que apoyo entre el electorado. Con o sin razón, hoy PRI y PAN son un pesadísimo lastre para la candidata de oposición. Ambos enfrentan niveles de negativos que son 1.5 y 2.5 veces mayores que sus positivos, respectivamente. Parecen no entender que si dejan volar a Xóchitl y ella gana, ganan ellos. Tampoco parecen –¿o quieren?– entender que ella jamás despegará con tal lastre a cuestas.

A la campaña de oposición le urge remover el capelo con el que el Presidente protege a su candidata. Además de las tragedias del Rébsamen y de la Línea 12, la trayectoria de Sheinbaum tiene un montón de cuarteaduras que el electorado desconoce. A 59 días de la elección, es necesario que éstas se reflejen en negativos que se han mantenido sin cambio, mientras el Presidente usa diario su palestra para agraviar a Xóchitl.

El debate del domingo será crucial. Ante el muy limitado acceso de la candidata de oposición a televisión abierta, debe utilizar la oportunidad para sorprender, para evitar caer en lugares comunes o repetir frases trilladas. El debate debe ser el punto de inflexión que cambie la tendencia. Si la brecha entre ambas candidatas se empieza a cerrar, como consecuencia de éste, se generará presión en medios, en posibles donantes, y hasta en las dirigencias de los partidos para que provean el apoyo que hasta ahora le han negado.

Pero más allá de eso. Queda cada vez más claro que una victoria de Sheinbaum marcaría el fin de la ardua trayectoria democrática que México emprendió en los 90. Haga lo que haga la campaña, nos urge una ciudadanía más activada e interesada en defender lo que tanto nos costó ganar.

Lejos de creer que es imposible cerrar la brecha entre ambas candidatas, estoy seguro de que el 2 de junio la diferencia no será de más de un dígito, gane quien gane. ¿Quién apuesta?

@jorgesuarezv

 

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