Ahora que la Comunidad LGBTI+ está tan activa y participativa en todos los ámbitos, tanto social como político, económico, cultural y científico, ya sin pudor alguno sobre esa condición vale la pena recordar las vicisitudes que sorteaban aquellos personajes de los años 60 que con esa preferencia, hacia personas del mismo sexo, atracción emocional o romántica pasaban situaciones difíciles para ocultar, o al menos mantener con discreción su condición homosexual y evitar el repudio, rechazo, burla o segregación social.

Y ya otra odisea consistía en cómo encontrar aceptación o un atisbo de afinidad o empatía al revelar su personalidad o al menos ir dosificando, regulando esa manifestación hasta estar seguros de ser comprendidos, ya no digamos para lograr una relación de pareja con otro identificado en la misma situación, pues sabían que al ser descubiertos corrían el riesgo, si no del claro desprecio, al menos de la indiferencia y del discreto alejamiento.

En el artículo intitulado “El Ayer, Hoy” publicado en el libro “Cine y Ciencias Penales” del Inacipe (Instituto Nacional de Ciencias Penales) Pág.87. Año 2019, se hace notar cómo hasta se prohibían películas sobre el tema, como “Vaquero de Medianoche”, pero también eran oportunidades para invitar a verlas para calibrarse sobre esa postura e ingeniarse para conocer la reacción del invitado.

Recuerdo a algunos maestros de Preparatoria que tenían diversas formas de proyectarse en sus alumnos para sondear si podían tener alguna relación obteniendo una especie de guiño o aprobación sobre la homosexualidad, y obsequiaban con el pretexto de la cultura literaria libros de Oscar Wilde y de Stefan Zweig; del primero en su mismísima obra “El Retrato de Dorian Gray” y en “La importancia de llamarse Ernesto”; y del segundo en “La confusión de los sentimientos”, donde el relator culmina con el recuerdo imborrable de un maestro de su juventud que le confesó su homosexualidad con un beso, ¿acaso el amor de su vida?

Y luego preguntaban, con disimulado desinterés, qué nos habían parecido las lecturas; y dependiendo de nuestras respuestas, percibiendo el rechazo de los temas o reconociendo el valor solo de la técnica literaria, pero no del sentido de su contenido, comprendían que no eran aceptados y que, de forma elegante, se habían delatado.

En los años posteriores, me refiero a los 70 y 80, continuó la secrecía y ocultamiento de quienes tenían esa preferencia sexual, para evitar francamente el desdén y la discriminación, salvo en algunas actividades donde era obvio su comportamiento y se aceptaba, como en la gastronomía, la moda, las estéticas y salas de belleza, en la danza, el canto, la actuación y otras expresiones artísiticas.

Hacia la década de los 80 ya con la difusión de la aparición del SIDA y la errónea apreciación de que esta enfermedad era exclusiva de la comunidad homosexual, o grupo de alto riesgo, y con el fallecimiento del actor Rock Hudson en octubre de 1985 al constituir el primer caso publicitado de SIDA en un personaje famoso, la situación de repudio se agudizó y vinieron años terribles de discriminación. No obstante, a través de manifestaciones y organización de grupos civiles fueron conquistando primero las calles y luego los espacios sociales hasta conseguir políticas públicas para su atención.

Esta semana tuvimos en León la visita, en su gira de campaña política como candidato a la Presidencia de la República, de Jorge Álvarez Maynez, por el partido Movimiento Ciudadano, y entre otros eventos el miércoles 3 de abril se reunió públicamente con un numeroso grupo de la comunidad LGBTI+ en un recinto gastronómico, donde dialogaron sobre los problemas a que se enfrenta este grupo minoritario de la sociedad en defensa de sus derechos, algo impensable hace 60 años.

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