En estos tiempos inéditos, de adopción de perrijos y gatijos y donde ya casi nadie quiere adoptar humanos, ayer marchamos familias adoptivas del Arco de la Calzada a Presidencia Municipal, en ese recorrido simbólico que hace la sociedad para visibilizar la realidad de cientos de menores en orfandad. Mientras, sigo enriqueciendo el libro “Esperando a Lupita”, donde narro 40 historias anónimas de menores en orfandad, de los cientos que acompañé desde edades tempranas en este recorrer con instituciones de protección a la infancia y casas hogar y donde exploro los factores que permitieron construirles un proyecto de vida exitoso al cumplir la mayoría de edad y donde la clave siempre fue la formación de redes de apoyo después de los 12 años.
En México viven alrededor de 40 mil menores institucionalizados sin los cuidados parentales; los problemas graves que les llevaron a ello, son: abandono, muerte de padres, abuso, muerte, etc. Hoy, estos menores son invisibles. Ellos no eligieron estar allí. El Estado les cuida desde la ley, pero les encierra por años impidiendo formarles redes de apoyo, hasta que la probabilidad de adopción desaparece y esperan a los 18 años para salir al mundo, cuando ya les destrozamos la vida y buscan siempre regresar a su familia de origen a vivir la marginalidad social. Hoy, la cuarta parte de los menores están “liberados” para adopción, pero no hay familias que quieran mayores de 10 años, pues el 95 % de quienes tienen certificado de idoneidad, quieren bebés. Así, con nuestra ley, a los 18 años deben salir a la vida independiente, pero prácticamente todos salen sin las herramientas para sobrevivir en la vida y su escolaridad es de apenas 3º de secundaria.
Buscando “mejores prácticas” en otros lados del mundo, encontré también que en los países nórdicos, en España y en Argentina, los sistemas de adopciones son de avanzada y en México, Jalisco y Nuevo León nos dan pauta de cómo salvar a los miles de menores que tienen más de 12 años y que no tienen ya probabilidad de ser adoptados. Sus tasas de adopción son de más del 10 % de la población en rezago por año. También en un Foro TED argentino (los foros TED en algunos países a diferencia de México, tienen enfoques sociales y no solo de empresariales) escuché la charla de una madre adoptiva con el tema “Adoptar niños grandes para cambiar el mundo”, quien presentó su testimonio al adoptar a una menor de 14 años.
Los adolescentes en orfandad no tienen salidas al cine, no tienen un papá que les acompañe a un partido de futbol, quién les abrace en la graduación de secundaria, ni padrinos que le den soporte afectivo, pues la canija ley de NNA lo impide. Prohíbe el trato con cualquier persona. Además, lamentablemente en México y en Guanajuato, la Ley General no considera la facilidad para adoptar a menores en edades mayores de los 12 años; es igual de complicada para bebés que para adolescentes. Las mejores prácticas que encontré para adopción de niños mayores, están en: hacer convocatorias públicas, realizar todos los trámites digitales, portales abiertos con perfil desde web, esquema de convivencias con los adolescentes, todo en procesos guiados por la convivencia y no por comités de funcionarios públicos.
En México todo lo hacemos más complicado; aquí hay hasta tres instancias relativas a adopción: los DIF, los SIPINNA y en algunos, una Procuraduría de Protección de NNA. Mientras, se sigue acumulando la cantidad de adolescentes huérfanos que rebasan los 12 años y pronto serán más de 300 en nuestro estado encerrados en orfanatos. La probabilidad, basada en la estadística, es que los menores “institucionalizados” después de los 10 años tienen menos del 5 % de probabilidad de ser adoptados. La problemática de adopción de adolescentes es compleja pero maravilloso. ¿Cambiar el mundo? Sí. No es la opción para completar la familia para quienes no tienen hijos, sino la decisión de restituir sus derechos. Sé que no es fácil adoptar adolescentes. Soy papá adoptivo de adolescente y sé que debemos luchar contra la genética y sabiendo que la educación que recibieron en diversas casas hogar no fueron suficientes para educarles en el amor. Aquí el asunto es reformar la ley estatal de niñas, niños y adolescentes, para facilitar la adopción de mayores de 12 años como se hace en otras partes del mundo. Adoptar “niños grandes” es cambiar el mundo. “Ahijar” a esos menores que anhelan una familia y que al hacerlo, les podemos cambiar la vida y con ellos, al mundo.
RAA