Sorprendió una declaración de Claudia Sheinbaum el pasado 12 de abril, pero sirvió para aclarar su filosofía política: “No es cierto, es falso, de que si no se trabaja entonces no se puede tener un buen nivel de vida.  Eso es el discurso del pasado. Aquí el gobierno, el Estado mexicano, tiene que apoyar”.

Los mexicanos ya no tenemos que preocuparnos por trabajar: el Estado se encargará de darnos dinero a todos. Esta no es, sin embargo, una posición de izquierda, sino asistencialista. Es muy diferente a las que han expresado políticos como Lula: “La gente no quiere vivir de beneficios del gobierno todo el tiempo, Lo que da orgullo al ser humano es tener un salario y llevar comida a casa con su trabajo”. Contrasta también con las ideas del educador brasileño Paulo Freire: “En el asistencialismo no hay responsabilidad, no hay decisión, solo hay gestos que revelan pasividad y domesticación”. Eduardo Galeano, el escritor uruguayo, fue contundente: “A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la caridad se practica de arriba-abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un poquito las relaciones de poder”.

Pero a Sheinbaum no le interesa construir prosperidad, no piensa que el trabajo sea digno ni creador; los mexicanos pueden tener “un buen nivel de vida” sin molestarse en trabajar.

La ayuda del gobierno, ese ogro filantrópico, en palabras de Octavio Paz, es lo único que necesita el pueblo para vivir bien. La posición de la candidata coincide con la que expresó el presidente López Obrador el 29 de marzo de 2019 cuando dijo: “Claro que hay que enseñar a pescar, pero también la justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre. Esa es la función del gobierno. Hasta los animalitos -que tienen sentimientos, ya está demostrado-ni modo que se le diga a una mascota: ‘A ver, vete a buscar tu alimento’. Se les tiene que dar su alimento, sí, pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo”.

Yo pienso, sin embargo, que debemos rechazar la visión de que los pobres son animalitos que hay que alimentar en lugar de permitir que se ganen la vida con su trabajo. Los países que realmente han dado una vida digna a su población lo han hecho construyendo prosperidad, pero esta no se consigue con dádivas, sino con inversión y empleos. Es cierto que algunas familias políticas en México se han hecho ricas sin trabajar, con contratos y recursos gubernamentales, pero esa es otra cosa, se llama corrupción. Una vida digna requiere trabajo productivo.

Claro que siempre es más fácil comprar votos con promesas de repartir dinero que de crear empleos. Para los políticos la prosperidad tiene el problema de que quienes dejan atrás la pobreza no votan como se les pide. Lo dijo Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena en 2018: “Cuando sacas a la gente de la pobreza y llegan a la clase media se les olvida de dónde vienen”. El propio presidente López Obrador lo reiteró en 2023: “Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso, la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos. No así con sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con la intelectualidad. Entonces, no es un asunto personal, es un asunto de estrategia política”.

Con estas ideas se entiende la consecuencia lógica: trabajar no es importante, eso solo lleva al pueblo a ser clase media aspiracional. y a pagar impuestos. Es mejor no trabajar y recibir dinero del gobierno para tener un buen nivel de vida. ¿Quién podría rechazar una oferta tan generosa?

 

Marinos armados

 

Ahora fue en Cabo San Lucas. Un grupo de marinos armados tomó una marina privada de la empresa IGY. ¿Para qué queremos contratos y tribunales si el gobierno puede mandar contingentes armados a tomar instalaciones productivas cuando quiere? Ya lo vimos en el tren del Istmo y el campo de golf de Huatulco. Ahora es una marina de yates privados. 

 

www.sergiosarmiento.com

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