Sentada frente a ti, te observo con cuidado. Alejo mi mano para evitar tocarte. Pareces silencioso, indefenso y frágil. Nada te perturba, reconozco que tu ausencia puede crispar mis nervios hasta el punto de detener mi vida si no te encuentro. Absorta, ensimismada, ajena a la vida cuando estás entre mis manos, mis oídos se cierran, mi mente se centra solo en ti y te entrego mi vida, a pesar de la indiferencia que mi cercanía representa para ti. Hoy admito que no seré tu fan. No me adormeceré con la cantidad espeluznante de videos que produces sin cesar. Seré infiel, voluntariamente, advertiré lo poco que importa saber, entender y sumergirme en ese falso mundo para enterarme de trivialidades como de qué lado mascaba el chicle Lady Di o qué vestido usó la señora Werever o qué dibujo, de líneas extrañas, reformará mi rostro para inducirme a mejorar mis habituales peinados.
Hoy me vestiré con otras letras, y serán otras páginas las que acariciarán mis ojos, darán alimento a mi alma. Despeinaré las hojas con ese viento que parece conocer mi nombre, ese mismo viento que Isabel Allende describió. Me recostaré para tejer ideas sumergida en un mundo de dudas con Sofía. Sentiré los muros inciertos que se viven dentro de la aventura que creó Murakami. Sin temor, releeré “Mujeres de ojos grandes” para recordar mi linaje, a mis mujeres ancestrales. Hablaré con Gabriela al repasar las páginas de Catalina y no habrá cielos que me hagan olvidar sus carcajadas. No sé si en agosto nos veremos, o si García Márquez planeó este estreno antes de que alguien osara olvidarlo. Buscaré darme tiempo para leer a Paul Auster, quien afirmó que vivir con miedo a perder es negarse a vivir, y yo quiero vivir sin perderme en este islote. Recuperaré el delicioso hábito de nutrir mi mente con ideas diferentes, quizás para hacer cosas que suenen a cascos lejanos de tierras extrañas.
No sé si a ti te gusta leer. Pegar tus ojos a los libros husmeando las historias que otras mentes en estos y en otros tiempos realizaron para darnos algo más que entretenimiento, o si ya has perdido la costumbre por estar enamorado de la pantalla plana. Pero qué bien nos haría retomar nuestro antiguo vicio de hundir nuestras narices en hojas llenas de palabras. Quizás entenderíamos más y discutiríamos menos, entonces nos valdría piñón la cara de gendarme de la mujer de guinda, con su poca seriedad para responder desde la honestidad, pues reconoceríamos que es deleznable que una mujer de más de 60 no tenga un pequeño patrimonio por andar en la juventud a la caza de huesos, entonces, ahora cercana a la vejez, se enorgullezca de rentar, sin advertir que sea buena paga o… “vayaustedasaber”. ¿Será todo ese panfleto que a ella tampoco le guste leer? Mmm, se me hace que más días te seré infiel.
Amable lector, sigo recolectando libros -en buen estado, no de texto- para entregar este 28 de abril en el Parque Lineal a las 11 am. ¿Me ayudas?
LALC