Recientemente, el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó un reporte en el que se afirma que la situación de los derechos humanos en México no mejoró en 2023. Aunque las críticas al gobierno mexicano estuvieron muy lejos de ser ásperas, el Presidente López Obrador no pudo contener su cólera.
En una de sus mañaneras, el mandatario mexicano fustigó directamente al Presidente estadounidense, Joseph Biden, al tiempo que defendió, de una manera un tanto bizarra, al candidato presidencial del Partido Republicano, Donald Trump.
Olvidándose de su récord de inmiscuirse en asuntos de otras naciones, López Obrador sostuvo que el documento publicado por el Departamento de Estado significaba una intromisión en los asuntos de México. Inmediatamente después – de acuerdo con su propio estándar – el Presidente mexicano se inmiscuyó en los asuntos de Estados Unidos.
En efecto, parece que el Presidente ya tiene una lista de supuestos agravios cometidos por Estados Unidos, no sólo contra México, sino contra el mundo y contra su propio país. Lo acusó de dedicar millones de dólares a promover las guerras, de no haber liberado al periodista australiano, Julian Assange, de reprimir y hostigar migrantes y de no atender a los jóvenes estadounidenses que fallecen a causa del consumo de fentanilo.
La acusación más extraña fue la que consistió en decir que Biden hostigaba en los juzgados a Donald Trump. Como si no entendiera que en Estados Unidos el Presidente no puede dictarle nada al poder judicial. Como si no comprendiera, tampoco, que las acusaciones contra Trump llevan años de prepararse.
No es la primera vez que López Obrador muestra simpatías por Trump. Lo ha hecho en innumerables ocasiones. Todo esto a pesar de que el ex-Presidente estadounidense continúa realizando una campaña anti-mexicana, que, según él, le sirve para aumentar su voto.
Es claro donde están las simpatías del Presidente de nuestro país. No hay que olvidar tampoco que Trump ha hablado bien de López Obrador. Se trata, sin duda, del natural apego que se sostienen dos personalidades autoritarias.
Lo que es cierto es que si Trump triunfa en noviembre de este año ya no tendrá a López Obrador como interlocutor.
De ser ese el caso, el siguiente Presidente o Presidenta de México tendrá que ser muy cuidadoso o cuidadosa para, al tiempo que se intenta mantener buenas relaciones con Washington, se protejan los intereses de México en territorio nacional y más allá de sus fronteras.
Ahora bien, en el caso de una victoria de Joseph Biden pudiera ser que López Obrador le heredará a su candidata – de triunfar esta – una relación difícil con la nueva administración estadounidense.
De cualquier manera, es preocupante que el actual gobierno mexicano pretenda minar lo que debiera ser una relación más que amistosa entre México y Estados Unidos. No es por ahí donde los mexicanos y estadounidenses debemos poner nuestros esfuerzos. Lo contrario es lo cierto, ya que nuestras naciones están destinadas a vivir juntas.