Dieciocho años y cuatro meses en prisión preventiva. Dieciocho años y cuatro meses en la cárcel sin haber sido sentenciado. Dieciocho años y cuatro meses sin haber sido declarado culpable. Dieciocho años y cuatro meses, pues, durante los cuales el Estado ha conculcado la presunción de inocencia de Israel Vallarta.

La mañana del 8 de diciembre de 2005 -y no del 9, como todavía hoy aseguran las autoridades-, Vallarta y Florence Cassez fueron detenidos por miembros de la AFI. En vez de presentarlos inmediatamente ante un juez, la policía los retuvo a lo largo de toda esa jornada; la ciudadana francesa permaneció todas esas horas en el interior de una camioneta, en tanto el mexicano era salvajemente torturado. En algún momento de la madrugada del día 9 -los hechos en esta parte del caso continúan siendo borrosos-, ambos fueron llevados de vuelta a la casa de Israel a fin de obligarlos a participar en la puesta en escena que Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino habían preparado para ellos.

Este solo hecho -la detención ilegal por más de 24 horas- habría bastado para que ambos fuesen liberados entonces. Lo que siguió es más conocido gracias a los trabajos de numerosos periodistas y escritores, entre los que me cuento: frente a las cámaras de Televisa y TV Azteca, Vallarta y Cassez no tuvieron más remedio que ser parte de una siniestra obra teatral en la que se representó su captura, así como la liberación de tres víctimas o supuestas víctimas (una de ellas más bien parece haber estado coludida con la policía). Ambos debieron soportar el acoso de los periodistas, que no dudaron en condenarlos antes de cualquier juicio, y Vallarta incluso fue torturado en vivo por Cárdenas Palomino ante la indiferencia generalizada.

Meses después, acosado por el reportaje preparado por Yuli García, las preguntas de Denise Maerker -e incluso la llamada desde el arraigo de Florence-, García Luna mintió de nuevo al afirmar que la puesta en escena había sido la repetición de una captura llevada a cabo unas horas antes. Como me reveló el propio Cárdenas Palomino, esa repetición jamás ocurrió: lo único que sucedió esa mañana es lo que se vio en televisión.

Enfrentado a Nicolas Sarkozy, quien exigía la liberación de Cassez, Felipe Calderón se empeñó en negársela y García Luna aprovechó para inventarse la Banda del Zodiaco, detener a otros miembros de la familia Vallarta y torturarlos sin piedad (hoy, Cárdenas Palomino está en la misma prisión que Vallarta por ello). No sería sino hasta 2013, tras la salida de Calderón, cuando la Suprema Corte terminaría por liberar a Florence Cassez gracias a los argumentos presentados por el ministro Arturo Zaldívar (quien, al defender a rajatabla las políticas del presidente López Obrador, hoy pide que no se termine de tajo con la prisión preventiva oficiosa).

Vallarta, en cambio, permanece en prisión desde 2005 pese a la tortura a la que fue sometido y a las incontables irregularidades en su proceso. A pesar de que García Luna hoy también está en la cárcel por sus vínculos con el narcotráfico, la FGR de Alejandro Gertz se ha negado una y otra vez a desistirse de la acción penal, en contra incluso de los argumentos de López Obrador en sus mañaneras, sobre todo a partir del estreno de la serie basada en Una novela criminal en Netflix en septiembre del año pasado.

Con la reforma a la Ley de Amnistía, López Obrador ha afirmado que uno de sus primeros actos consistirá en liberar a Vallarta. Si lo hace, sin duda al fin se reparará una injusticia -con extremo narcisismo, Carlos Loret de Mola ha afirmado que el Presidente solo lo hará para atacarlo a él-, pero será una vez más mediante el reconocimiento implícito de que en México la justicia continúa sin existir, en buena medida debido a las propias acciones de su gobierno, el cual se ha concentrado en atacar al Poder Judicial sin preocuparse por reformar un sistema absolutamente ineficaz. Trágico destino el de Vallarta: desde su captura hasta su (posible) liberación, sometido a los más mezquinos intereses políticos.

 

@jvolpi

 

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