Muchas cosas respecto a la pandemia del COVID parece habérsele olvidado a nuestra ciudadanía. De manera que el estudio coordinado por el Dr. Jaime Sepúlveda, titulado “Aprender para no Repetir”, nos parece una aportación valiosísima para disipar la amnesia.

Las estadísticas que arroja nos parecen en sí espeluznantes, y en cualquier otro país que no estuviera endiosado con el Tlatoani de los Embustes hubiera causado, como mínimo, repudio social. En síntesis, el estudio postula que por un manejo inadecuado de la pandemia murieron un poco más de 297 mil personas que pudieron haber sido salvadas.

Esto quiere decir que por incompetencia de nuestro sistema de salud puede afirmarse -estirando el término- que casi 300 mil ciudadanos fueron asesinados, no por las balas de los sicarios, sino por la incompetencia de los encargados, entre ellos el infame López-Gatell. El cual nomás llegó la época electoral y lo escondieron: desapareció.

No puede ni debe olvidarse que en la primera reacción cuando los CDC de Atlanta alertaron sobre la gravedad del COVID-19, aquí en México, el Tlatoani Tabasqueño negó su severidad y hasta recomendó seguir con los abrazos.

Mas no fue ése su único pecado: acto seguido acaparó las vacunas, centralizó su almacenamiento y aplicación y prohibió a los privados adquirirla y aplicarla. Ello cuando lo que se requería era una vacunación masiva, expedita, para proteger a la mayor cantidad de ciudadanos a la brevedad posible.

No contento con obstaculizar -por razones políticas de pretender ejercer todo el control y llevarse todo el crédito-, se esmeró en empujar la aplicación de la vacuna rusa, llamada Sputnik que, según especialistas en aquel tiempo, de poco servía y era equivalente al “chochito”.

Esto cuando en todo el mundo ya se sabía que la mayor efectividad contra el COVID se concentraba en las dos vacunas de quinta generación, la de Pfizer y la de Moderna. No obstante, en México millones de ciudadanos recibieron la Sputnik.

El gran pecado de este régimen fue el excluir de la ayuda al afligido a todo el sistema privado mexicano, mucho más eficiente y efectivo que el gubernamental. No soportaba el Tlatoani pensar que alguien más -los privados- se sumara a la lucha contra esta temible enfermedad que en México -según el estudio del Dr. Sepúlveda- causó más de ochocientas mil muertes.

Mas este Tlatoani con su Gatell, López, no fue el único que se sumó a las pifias que contribuyeron a que decenas de miles de mexicanos dejaran de recibir un tratamiento adecuado contra la pandemia. ¿O acaso ya olvidaron, amables lectores, la campaña que organizó desde la Jefatura de la CDMX la ahora candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, para “inocular” con ivermectina a miles de sus conciudadanos?

La ivermectina es un desparasitador, mismo que los CDC y la OMS ya habían descartado como “tratamiento” para el COVID: no ayudaba, no servía y podía ser tóxico para algunos pacientes. No obstante la opinión calificada y experta de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Atlanta, la “científica” Sheinbaum se atrevió a implementar un plan piloto para inyectarles este veneno a sus conciudadanos.

Esto no se puede olvidar y debe anotarse en la lista de medidas contraindicadas en la lucha contra la pandemia, pues cabe dentro de lo posible -y probable- que un buen número de ciudadanos a los que se les aplicó este tratamiento equivocado perdieron valioso tiempo en el que pudieron haber sido tratados adecuadamente.

Si ustedes, amables lectores, consultan la hemeroteca, se percatarán que durante el tiempo de la encerrona por el COVID se registraron enormes carencias en el IMSS, pues no había suficientes camas, no había suficiente personal médico (de hecho 5 mil 800 enfermeras, doctores y personal de salud fallecieron contagiados por la carencia de protección adecuada al contagio), ni material médico apropiado.

Todo lo anterior sumado representa una tragedia enorme, imputable a la incompetencia, una que ronda lo criminal. Por ello afirmamos: lástima de memoria colectiva, pues esto y tan sólo esto, debería ser suficiente como para propinarles a los “genios” responsables como despedida una patada en el trasero, ello en las urnas el 2 de junio del 2024.

 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *