Debió haber sido el congreso el que investigara la respuesta de México a la pandemia. A la representación nacional correspondía el examen puntual de lo que se hizo para enfrentar la emergencia sanitaria. 

Así ha sido en muchos países que han constituido comisiones oficiales para evaluar con objetividad la actuación de sus gobiernos y extraer de ahí lecciones útiles para el futuro. Pero nadie en el legislativo ni en el ejecutivo tuvo la intención de revisar la política ante la crisis del Covid-19. Una comisión surgida de la sociedad civil se propuso llenar ese vacío. La integraron profesionales de diversas disciplinas, coordinados por el doctor Jaime Sepúlveda. El resultado es un documento que todo mexicano debe leer. De manera puntual, con admirable sobriedad, el informe retrata esa política que nunca debe volver a ser: reino del capricho, la obstinación y la mentira que multiplica la muerte.

El informe es la más severa inculpación del lopezobradorismo. La crisis del covid mostró la dimensión criminal de la demagogia y la incompetencia: el efecto mortal de la polarización y la irracionalidad. Muchos más mexicanos murieron por la pandemia de los que el gobierno admite. El informe cuenta 808,619 muertes “en exceso.”

Casi el triple de lo que se reconoce oficialmente. Pero lo más grave es que una parte considerable de esas muertes era evitable. No podíamos escapar de la pandemia. No hubo rincón en el mundo que estuviera libre de los impactos del virus. Pero la política importa. En algunos países la política cuidó vidas; en México la política prefirió cuidarse a sí misma. Casi un 40% de las muertes que dejó la pandemia eran evitables.

De acuerdo con el reporte, entre un 37 y un 39% de las muertes en exceso, no pueden atribuirse al nivel de desarrollo económico del país, a enfermedades crónicas, a la estructura demográfica o a las condiciones que no podían modificarse cuando nos azotó la pandemia. 297,150 muertes causadas, no por el virus, sino por la política.

La pandemia convirtió al planeta en un laboratorio político. Todos los países enfrentaban el mismo desafío simultáneamente. El menú de estrategias sanitarias no era particularmente amplio. Haciendo más o menos lo mismo, lo que se puso a prueba durante esos años no era la medicina o la vacuna sino la gestión. La respuesta de México fue un fracaso gigantesco.

La historia de ese fracaso es la mejor radiografía de la ineptitud populista. No era fácil incorporar el virus a la épica de la “Transformación”. Por eso se desestimó el peligro que significaba. Así se le presentaba al principio, como un catarrito, una molestia que no tendría mayores consecuencias y que no debía alterar nuestros hábitos. Las decisiones recayeron en un grupo diminuto de devotos dispuestos a ignorar los consejos de la ciencia para rendirle tributo al gran señor.

El servilismo burocrático convirtió la política de salud en la mayor emergencia de la historia reciente en competencia de adulaciones. Se marginó a los técnicos, se despreciaron las instancias legales, prevaleció el empecinamiento. La comunicación fue abundante pero inconsistente. No se puso en pausa la polarización: la pandemia fue un episodio más de la guerra retórica.  Se mintió a boca llena. El liderazgo político fue ejemplo de lo que no debía hacerse. La conducta del presidente contravenía pública y ostentosamente la prescripción científica. 

El gobierno de la Ciudad de México tuvo uno de los peores desempeños en el manejo de la crisis sanitaria. El informe reconoce en la administración capitalina una estrategia inicialmente ágil y aciertos en la coordinación con el sector privado, pero denuncia gravísimos errores y fraudes imperdonables que hicieron que la ciudad fuera la capital de la muerte en la segunda ola de la pandemia. Como ya lo había advertido el New York Times, el gobierno de Sheinbaum falsificó los indicadores del semáforo sanitario para acomodar su política a los caprichos del presidente López Obrador. Una lealtad criminal.

Ese acto de subordinación significó que la ciudad de México, con el 7% de la población del país, aportara el 24% de las muertes en exceso de la segunda ola de la pandemia.

El informe retrata la actuación de un gobierno criminal.

 

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