Seguramente, lo dramático del episodio pronto se convertirá en película de Hollywood: ocho hombres, desesperados, aplastados por la falta de libertad, por las escasas oportunidades, por la represión y el hambre, deciden huir del “paraíso” de la 4T, la aprisionada isla de Cuba.
Para lograrlo, construyen unas lanchas hechizas de madera y lámina y se lanzan a altamar, como marineros náufragos, solamente abrazados a la incertidumbre. Navegando con rumbo al poniente se juegan su supervivencia, animados por la fe de llegar a México, Cancún específicamente.
Seguramente no midieron las corrientes, o carecían de una buena brújula, la cosa es que durante sesenta y un días cuatro de ellos estuvieron a la deriva, marineros involuntarios bajo el sol ardiente, sin agua, sin comida, en sus precarias embarcaciones hechizas, todo en una jugada de dados: salir de Cuba a como diera lugar aunque ello implicara morir en el intento.
Y, en efecto, murieron cuatro de los que iniciaron la aventura de jugarse el todo por el todo con tal de huir del “Edén” en que el comunismo tiene convertida a Cuba, un Gulag rodeado por el mar, e invadido por la represión total. No puede uno más que imaginar la desesperación de quienes a toda costa ansían vivir en libertad, tener una mejor vida, contar con oportunidades de trabajar, de progresar y de vivir en mejores condiciones.
Finalmente, casi moribundos, arribaron cuatro sobrevivientes a Boa de Catán, en Tamaulipas, siendo rescatados por pescadores. Hoy están bajo resguardo del INM, que decidirá si los regresa a Cuba o les da asilo en México. Si los regresan, ¡pobres hombres!, habrán sufrido los dolores de casi una muerte lenta y la desesperanza sólo para volver de donde huyeron para probablemente ser encarcelados, si no es que peor.
Digan ustedes si este hecho tan estrujante no nos pinta con inconfundible claridad el calvario en el que se ha vuelto Cuba para sus ciudadanos. Por esto nos parece incomprensible que haya en México quien quiera convertir a nuestro País en una versión copia y calca de este “edén” del que casi toda su población quiere huir, estando dispuesta a jugarse la vida en el intento por salir de ahí.
No falta un mentecato que afirme que las condiciones infames que se viven en Cuba “son culpa de Estados Unidos”. ¡Mentira vil!: es culpa de un régimen represivo que ha acabado con toda libertad individual y que oprime a la población de manera brutal. Cualquier comentario, o cuasicrítica al régimen creado por los Hnos. Castro, y hoy representado por el amigacho del Tlatoani Tabasqueño, Díaz-Canel, se convierte en cárcel para el disidente.
La posición de Estados Unidos siempre ha sido la misma, desde que Fidel Castro dio permiso a Nikita Kruschev a colocar misiles nucleares en Cuba (1962): en el momento en que haya elecciones libres en Cuba, ese mismo día se normalizan las relaciones diplomáticas y comerciales entre las dos naciones. ¿Y qué creen? En más de sesenta años no ha habido en Cuba una sola elección democrática: el despotismo, la tiranía, la dictadura, es el único sistema que conocen los cubanos.
O por lo menos los cubanos que se quedaron en la isla, porque los que huyeron a Miami viven vidas que envidian sus compatriotas, tanto que, como hemos visto, están dispuestos a arriesgar la vida con tal de alcanzar la libertad en otro país.
Ahora que, siendo sinceros, los náufragos de Boa de Catán, que hicieron tan grande sacrificio, pudieran haber cabeceado para el lado del golpe. Pudieran haberse equivocado pensando que en México somos opuestos a Cuba: quizá no están conscientes que si el 2 de junio se imponen los autoritarios, nuestro País estará en camino a ser una nueva Cuba, en un país en el que reina la opresión y no la libertad.
Quizá los náufragos debieron haber optado por ir al norte, hacia los Cayos de Florida, y no por el Caribe mexicano que pronto pudiera dejar de ser lo maravilloso que tiene fama de ser. La moneda, queridos náufragos de mar y tierra, está en el aire: ¿queremos ser como Cuba o como el México libre y justo que todos anhelamos?