El papel decisivo del voto juvenil en las próximas elecciones es innegable, pues representa el 30 % de la población inscrita en la lista nominal. Son más de 1.8 millones de jóvenes habilitados para votar, por eso persuadirlos de ejercer su derecho al voto es una tarea crucial para definir el liderazgo del país durante los siguientes seis años.

Una gran mayoría de los jóvenes se mantiene más informada que nuestras generaciones, principalmente por su activa participación en redes sociales, donde se intercambia una gran cantidad de información. Esta exposición los ha convertido en un electorado crítico y exigente. 

Recientemente, en un evento en mi ciudad donde candidatos a la alcaldía se presentaron en una institución educativa para debatir y exponer sus propuestas, tuve la oportunidad de escuchar de primera mano la experiencia de varios jóvenes así como sus reacciones.

Los comentarios de los jóvenes no fueron alentadores: desde llamar al evento “una verdadera aburrición” hasta criticar la falta de autenticidad del debate por preguntas preestablecidas. Expresiones como “prometían imposibles” o “¿quién les dijo que ser joven es sinónimo de estúpido?” “Hubieran abierto micrófonos para que de verdad nos escucharan y conocieran nuestra opinión” “sobre la inseguridad bien calladitos, como si no existiera jaja” revelan una crítica aguda hacia la superficialidad percibida en las propuestas y la conducta de los candidatos. 

La demanda era clara: los jóvenes esperan un diálogo genuino, no monólogos desconectados de la realidad.

Lamentaron la falta de preparación en el discurso, así como en las propuestas, cuando la preparación de los candidatos es esencial no solo para transmitir confianza, sino para demostrar un compromiso auténtico con los problemas que enfrenta la sociedad. 

El desencanto con frases hechas y promesas vacías se reflejó en la apatía expresada por muchos jóvenes: “Después de escucharlos, ni ganas de votar me dan. Todos parecen corruptos”, “qué flojera yo no votaré”, “no se vale, solo les interesa el dinero y el poder”, “no le veo caso, ya lo traen amañado. Se sabe quién ganará. No me necesitan”. 

Este sentimiento subraya la necesidad de que los candidatos se esfuercen por entender y conectar con este sector importante. Sin planificación, más un discurso bofo solo demuestran la falta de un compromiso auténtico hacia los problemas reales que enfrentamos. Es imperativo que los políticos reconozcan que el desinterés y el escepticismo juvenil son consecuencias de una política percibida como ineficaz y alejada de las necesidades del pueblo. 

La preparación adecuada con una comunicación transparente y honesta podrían transformar este escepticismo en participación activa. Fomentar un cambio real requiere una participación electoral joven, informada y entusiasta. Estoy convencida que la responsabilidad recae tanto en los jóvenes de ejercer su derecho al voto de manera informada y apasionada, como en los candidatos de presentarse como líderes capaces y bien preparados, dignos de ese voto. Con esfuerzos auténticos y mutuos, podemos esperar un futuro en el que el liderazgo político refleje las aspiraciones y la integridad de la sociedad que pretende servir. Es momento de que tanto electores como elegidos demos un paso adelante, trabajando juntos hacia un México más justo y prometedor o usted, qué opina, ¿seguimos en lo mismo?

 

RAA

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