Como miembro del Ayuntamiento de León y a través del contacto que tenemos con los ciudadanos y la forma como se organizan para establecer sus relaciones y defender sus intereses ante la autoridad, podemos ver que lo hacen mediante organismos intermedios, como las cámaras empresariales, los colegios de profesionistas, las asociaciones civiles, los sindicatos y, ahora más intensamente, mediante los colectivos o los activistas.
Dentro del activismo, hoy en día podemos ver diferentes maneras de ejercerlo, y considero que es importante poder identificarlo, pues en ello radica una buena parte de su legitimidad y de un eventual apoyo a sus causas, ya sea por parte del gobierno o de la sociedad en general.
En primer lugar, tenemos al activismo y los activistas que genuinamente representan causas sociales que merecen ser atendidas, como la libertad de expresión, el respeto a los derechos humanos, las personas desaparecidas, el ecologismo, los grupos vulnerables, las personas de la comunidad LGBTI, los indígenas, las mujeres, la movilidad, el agua, o algunas otras.
En nuestra ciudad tenemos varios grupos de ellos que trabajan en favor de sus causas con seriedad, como el Colectivo Fiscalía Que Sirva a Guanajuato (FQSG), el Colectivo por la Libertad de Expresión de Guanajuato, la Fundación Rescate Arbóreo (FURA), que se dedica a la defensa de los árboles; la Asociación de Familiares Atropellados (AFAPE), que se dedica a la prevención de percances viales; el colectivo URBE, que atiende temas de movilidad; o incluso colectivos ciclistas, como el llamado Ponte las Ruedas, Saca la Bici. Todos ellos, algunos más moderados y propositivos y otros más radicales y exigentes, representan un ejemplo de activismo necesario para León.
Luego tenemos el activismo que revuelve su causa con la política partidista. Aquí el ejemplo más grotesco lo tenemos en el Partido Verde, que, con sus honrosas excepciones, ha degradado toda la causa ambiental a un asunto de índole electoral, “adaptando” su ideología a otros partidos que le ofrezcan los mejores rendimientos.
Pero en este sector también tenemos activismo como el que lleva a cabo al candidato a presidente municipal por el partido Movimiento Ciudadano, quien ha logrado importantes avances en la defensa de los derechos de los miembros de la comunidad LGBTI, en temas ambientales y de agua, pero que, al utilizarlos con propósitos electorales, como sucede actualmente con su campaña para la alcaldía de León, en mi opinión, pierden fuerza, pero, sobre todo, pierden pureza, restándole efectividad a sus resultados.
Y por último tenemos el activismo lucrativo, que es aquel que más bien es utilizado por personas u organizaciones que, escondidas en el manto del activismo, ejercen una actividad profesional o empresarial en defensa de intereses particulares, pero que muchas veces caen en la extorsión o el chantaje con tal de obtener recursos económicos a cambio de frenar supuestas protestas por parte de grupos ciudadanos. Lamentablemente, aquí en León hemos visto algunos de estos casos, sobre todo en el desarrollo de complejos comerciales o parques industriales.
El activismo y los colectivos son una forma de organización que es necesaria, pues visibiliza muchos de los problemas o carencias que tiene los ciudadanos en una sociedad y exhibe la incapacidad de los gobernantes para resolverlos; pero por su espontaneidad, el activismo debe de autorregularse teniendo como eje central la ética y el interés público, siempre por encima del interés personal y jamás por interés económico.
Las voces genuinas del activismo siempre deben ser escuchadas por las autoridades, pues quien se atreva a ignorarlas, perderá uno de los termómetros más valiosos que tienen los gobernantes para medir las necesidades y exigencias ciudadanas, condenándolos al fracaso.
LALC