“¡Me quedo sin aire!, ¡No me quiero morir!”, gritaba Emiliano en un video tomado por testigos que intentaron auxiliarlo mientras yacía en una banqueta de la calle 8 de Octubre, en Paraíso, Tabasco.

Emiliano tenía 12 años de edad. Cursaba el primer año de secundaria en la escuela federal José María Pino Suárez.

Murió 45 minutos después en el hospital regional de Petróleos Mexicanos, a consecuencia de tres heridas de bala: dos recibidas en el costado izquierdo y una más en el costado derecho.

Se había desatado el rumor, salido de no se sabe dónde, de que el niño había sido herido al impedir que su madre fuera secuestrada. Otra versión señaló que era él quien iba a ser secuestrado “y no se dejó”. Se aseguró más tarde que había muerto en el hospital por falta de insumos.

Vinieron horas de dolor e indignación acicateadas por las imágenes brutales que circularon en las redes.

La madre de Emiliano, sin embargo, no se encontraba en el domicilio cuando ocurrió el ataque. El menor se había quedado bajo el cuidado de su abuela. Según el parte policial, poco después de las 6 de la tarde del martes 21 recibió una llamada telefónica, salió a la calle y entonces fue baleado.

Su abuela declaró que al no poder caminar le fue imposible atestiguar lo que ocurrió. Testigos afirmaron que hubo un forcejeo. Otros dijeron, en cambio, que se trató de una agresión directa.

Las imágenes han quedado horrorosamente grabadas con fuego: un niño clamando por su vida en los días finales de un sexenio desbordado por la sangre, por la inseguridad, por el crimen y por la violencia.

24 horas más tarde no solo no había detenidos: ni siquiera una versión oficial de lo que verdaderamente le había ocurrido a Emiliano.

Día tras día somos asaltados por noticias de lo que en este país, totalmente rebasado por la violencia, le sucede a las niñas, los niños y los adolescentes de entre 0 y 17 años de edad.

La crónica de las brutalidades que México hace a sus niños es difícil de expresar.

En cinco años de la administración de Andrés Manuel López Obrador, entre diciembre de 2018 y diciembre de 2023, 12,368 menores de edad fueron víctimas de homicidio, según cifras ofrecidas por el gobierno federal a través del SESNSP.

De acuerdo con la Red por los Derechos de la Infancia en México, REDIM, esto equivale a 6.7 homicidios diarios.

Solo en 2023, se registraron 675 homicidios cometidos con arma de fuego contra personas de 0 a 17 años.

En lo que va del gobierno de AMLO, 3,933 menores han perdido la vida por armas de fuego.

Si durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se cometieron con ese tipo de armas 50.2 homicidios de niños y adolescentes cada mes, durante el presente sexenio la cifra de homicidios ascendió hasta 64.5.

Entre 2015 y 2023, por lo demás, 6, 292 menores han muerto bajo las balas. Pero el número total de muertes violentas es muy superior: 22,839.

Los datos de REDIM indican el número de menores que fueron asesinados en México a lo largo del año pasado es superior incluso al observado en países en conflicto como Afganistán (2 asesinatos diarios), Ucrania (07), e Iraq (0.6).

En el último año, uno de cada cinco homicidios fue cometido en Michoacán, Guanajuato y el Estado de México.

Con sus imágenes descarnadas, el video del niño de Paraíso es el recuerdo de una tragedia general y muchas veces invisibilizada: el drama de infancias y adolescencias devoradas por la marea de sangre que inunda a México, y lo desborda.

 

@hdemauleon

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