El economista, John Maynard Keynes, escribió famosamente que “los hombres prácticos que se creen exentos por completo de cualquier influencia intelectual son generalmente esclavos de algún economista difunto”. La alusión al economista difunto se puede extender al politólogo difunto, al filósofo difunto, al científico difunto, etcétera.
Lo que quería decir Keynes era que las ideas, las ideologías y las filosofías no sólo cuentan, sino que son fundamentales para la vida individual y política.
Lo estamos viendo en todo el mundo. Ideas autoritarias que se cocinaron primero en campus universitarios se han puesto en práctica por políticos populistas de diversas tendencias filosóficas.
Para entender la geografía política que vivimos en este momento se hace necesario comprender las diversas dicotomías ideológicas.
Por un lado, se encuentra la derecha y la izquierda. Muchos piensan que estas dos manifestaciones políticas están, digamos, pasadas de moda. No es así. La izquierda y la derecha, como lo ha escrito con suspicacia el politólogo italiano, Norberto Bobbio, son fundamentales para orientarnos políticamente.
Sin embargo, cometeríamos un grave error si sólo nos dejáramos guiar por esta dualidad, pues esta se encuentra determinada por otra bifurcación no menos nodal: la que divide los autoritarismos de las democracias liberales. Así, puede haber izquierdas autoritarias y derechas democráticas o izquierdas democráticas y derechas autoritarias.
Dos ejemplos en el mundo de izquierdas autoritarias son, por supuesto, los regímenes cubano y venezolano. Un ejemplo – pero hay muchos – de derecha democrática fue el gobierno de Angela Merkel en Alemania. Ejemplos de izquierdas democráticas fueron el Chile bajo el gobierno de Michelle Bachelet y la Gran Bretaña de Tony Blair. Finalmente, ejemplos de derechas autoritarias son la Rusia de Putin y la Turquía de Erdogan.
A esta geografía política hay que agregar los regímenes que apoyan la libertad económica del mercado y quienes son más o menos hostiles a ella.
China es un ejemplo interesante en este caso, pues desmiente la hipótesis de que todas las izquierdas autoritarias son hostiles al mercado. Por ahora el régimen chino ha podido salir a flote combinando el autoritarismo político con la economía de mercado. Pero veremos si esta aparente contradicción sigue siendo fructífera en el futuro.
Las derechas e izquierdas democráticas han hecho las paces con la economía de mercado, desde hace tiempo. En el caso de las derechas autoritarias se tiende a impulsar economías de mercado pero cada vez los beneficios de ellas son puestos en duda. Este fue el caso de Donald Trump en Estados Unidos, quien durante su gobierno no dejó de intentar minar el consenso liberal económico de la posguerra, al proponer un mundo proteccionista y cerrado a las inversiones y el comercio internacional.
Estas fracturas no son las únicas, por lo que nuestro mapa político es más complejo todavía. El debate de las ideas debería tener como uno de sus objetivos más importantes aclarar con pulcritud las opciones ideológicas y filosóficas existentes. Sólo así podremos emprender la aventura correcta.