El calentamiento global ahora sí, lo sentimos en la piel. Lo que era un concepto teórico, ahora es realidad. En redes sociales he constatado que la enorme ola de calor provocada por la sequía, ha movido a gente a querer reforestar y por fin, darnos cuenta de que la tala de árboles y la falta de cultura del agua, contribuyen a esta crisis climática. Como aquí lo he señalado por décadas: León tiene poca cultura arbórea. Nuestra densidad de árboles por habitante es mucho menor que la de ciudades como Guadalajara y Ciudad de México. Los leoneses nos acabamos la Sierra de Lobos, que es una evidencia de cómo -en aras hacer muebles, leña, curtido vegetal-, acabamos con los pinos mexicanos, los encinos y los mezquites.

El efecto de ello ha sido la erosión en la Sierra de Lobos, la reducción drástica de nubosidad en el valle de León y de la infiltración del agua en la parte alta con la pérdida de humedad en las cuencas que son el ecosistema de vida. Al final, cuando llueve, el agua baja por cuencas con alta velocidad, solo circula superficialmente y solo vemos pasar al agua de lluvia por el Río de los Gómez. Las especies nativas que tuvimos se fueron perdiendo. En el CIATEC hacíamos estudios sobre las arbustivas nativas y tuvimos que rescatar los germoplasmas (genes que se transmiten a la descendencia por medio de células reproductoras, y que permiten perpetuar una especie o una población de organismos) con la asesoría técnica del INIFAB. Allí encontramos que los taninos vegetales de estos árboles nativos, fueron utilizados por la industria de la curtiduría, tanto como para la construcción desde la época colonial.

Así acabamos con los pinos mexicanos originales. Mezquites, casahuates, laureles llorones, huizaches, palo blanco, palo santo y guajillo; tenemos orquideanas, bugambilias, fresnos mexicanos, palos verdes, frailes, que son especies que capturan carbono y que se adaptan al clima semi seco del Bajío y que forman parte de la “paleta vegetal” autorizada por el municipio. Al igual que en otros aspectos de la vida, se empieza de “arriba hacia abajo”, desde la sierra hasta la ciudad, aunque los leoneses parece que queremos hacer lo contrario. El desconocimiento de los derechos ciudadanos a plantar árboles, así como la falta de cultura ambiental, ha hecho que nuestras calles tengan pocos árboles. Las banquetas, los parques, las riberas de los arroyos, las escuelas, los perímetros de áreas deportivas, son excelentes espacios, incluso las azoteas horizontales, para sembrar árboles.
Solo crisis climáticas como la actual, nos hacen reflexionar sobre la realidad de regresar al árbol que le quitamos a la madre tierra.

Además, quienes tomen la valiente decisión de actuar, tendrán que hacer voluntad no solo para sembrar, sino para cuidar y regar. Por eso, la altísima tasa de mortandad de los árboles. Es algo fácil sembrar, tomarse la foto, poner pancartas de empresas o de asociaciones. Lo difícil es sostener en los primeros años a las especies, pues generalmente los árboles donados por el municipio son pequeños y están condenados muchos a morir cuando termine la temporada de lluvias de octubre a mayo.

Los gobiernos deberían secundar a la ciudadanía y esta conducir los procesos de reforestación. Aprovechar todos los espacios para hacerlos “verdes”. Pero no sucede así. Los trámites no siempre son sencillos, pues el gobierno quiere asegurarse que el arbolito regalado en el vivero municipal, sobreviva. Por eso, también los ciudadanos podemos recurrir a comprar en viveros privados y germinarlos como algunos hacemos (en el parque Chapalita tenemos uno) y allí hacerlo crecer para en los años siguientes, sembrarlos. Por eso, la crisis climática ha movido a muchos a reforestar.

Y necesitamos que nuestros hijos y nietos participen en estas acciones y amen al árbol y lo hagan su amigo. Preparemos “cajetes”, hagamos cepas, seleccionemos especies, entusiasmemos a más. Les invito el día 8 a Ciudad del Niño Don Bosco a reforestar más estas hermosas hectáreas con la hacienda Santa Rosa, en el Parque Chapalita como los años anteriores, el domingo 9 de junio, desde tempranito. También, como desde hace 30 años en la Sierra de Lobos. Participen, pero siempre con la idea de que el árbol sobreviva al protegerlo y regarlo, al igual que con los hijos, hasta que sobreviva y sea independiente. 

 

RAA

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *