Después de una campaña plagada de irregularidades, marcada por la intervención indigna del presidente de México en favor de su partido y en contra de la oposición, Claudia Sheinbaum ha ganado la Presidencia. Tendrá una tarea muy complicada. A continuación, tal y como lo hice en estas páginas con López Obrador después de su triunfo, algunos breves apuntes sobre lo que le deseo a la nueva presidenta Sheinbaum.

Apueste por la Concordia.

En la campaña, la candidata Sheinbaum adelantó un desprecio por la voluntad de la minoría. Es la marca de la casa. López Obrador interpretó su relación con la oposición como un antagonismo irreductible: se está conmigo o se está contra mí, no hay más. Esta lectura de la realidad política agravó el clima de polarización que deja este sexenio. La nueva presidenta no puede reincidir en la conducta. En las últimas semanas ha quedado claro que en hay México una visión política distinta a la que encabeza la presidenta electa. Sheinbaum no solo debe reconocerlo. Debe también actuar en consecuencia y optar por el diálogo, el reconocimiento al disenso y la concordia.

Reconozca el problema de seguridad apremiante que azota México y actúe en consecuencia.

El presidente saliente ha pasado seis años minimizando la tragedia mexicana y argumentando, contra los hechos y las cifras, una supuesta mejoría. Las cosas no están mejor. En muchos sentidos, están peor. Organizaciones independientes advierten que México enfrenta incluso un problema de control territorial. El crimen organizado está realmente organizado: opera como una maquinaria ilícita bien aceitada, implacable en sus métodos y sus venganzas. No le interesa el bien común. En ese sentido, es difícil imaginar un organismo más vorazmente capitalista. Claudia Sheinbaum debe enfrentarlo sin cortapisas. y lo debe hacer desde la imaginación, con un carácter de estadista, sin miopía ideológicas. No hay tiempo que perder.

Resista la tentación ideológica.

Para nadie es un secreto que Claudia Sheinbaum ocupa una posición mucho más de izquierda que su mentor, López Obrador. En algunos ámbitos, es deseable que la nueva presidenta de verdad adopte la agenda progresista. La militarización de la vida pública mexicana, por ejemplo, es impensable si Sheinbaum de verdad asume sus principios de izquierda. Pero la nueva presidenta haría bien en resistir los cantos de la sirena de la izquierda populista latinoamericana. el futuro no está en Cuba o Venezuela. El futuro de la izquierda latinoamericana pasa por la sensatez de Gabriel Boric, en Chile. Ciertamente tampoco pasa por los coqueteos con el imperialismo asesino de Vladimir Putin. Ocupando el lugar que ahora ocupa, la presidenta electa tendrá la obligación de alejar a México del abismo empobrecedor de la peor izquierda latinoamericana.

Sea firme frente a Trump y esté a la altura de la promesa mexicana con los inmigrantes y refugiados.

El presidente López Obrador hizo exactamente lo contrario. Después de prometer firmeza frente a Trump, concedió en todo. Después de prometer trato digno a los migrantes, los maltrató. La nueva presidenta tiene la oportunidad de rectificar. Si gana, Trump tratará de usar a México como una herramienta nada más: amedrentará, tratará de pisotear. Habrá que resistir con inteligencia. La nueva presidenta también debería asignar recursos suficientes a las instituciones del Estado mexicano dedicadas a proteger a los migrantes refugiados. Eso es lo que haría un presidente de verdad progresista.

Aléjese pronto de su predecesor.

El tiempo de Andrés Manuel López Obrador en la política mexicana se acaba. Durante un cuarto de siglo, el presidente saliente se adueñó de la agenda y el discurso. Peleó hasta llegar al poder. Una vez ahí, usó el poder para construir una Presidencia arraigada en el agravio, la descalificación y hasta la maledicencia. Sin importar que sus métodos hayan ayudado a su candidata a llegar al poder, destruyó mucho más de lo que construyó. Es imposible que la presidenta electa, frente al espejo, no vea esto con claridad. Ella lo sabe. La gente sensata que la rodea —hay otra gente insensata que la rodea, pero esa es otra historia— lo sabe también. Por eso debe alejarse lo más rápido posible de su predecesor y su legado de rencor e ineficiencia. A Claudia Sheinbaum le tocará gobernar un país dividido, frágil, violento, desencantado y pobre. Se ha sacado al tigre en la rifa. si gobierna con templanza, humildad y seriedad, tendrá éxito. Si opta por lo contrario, fracasará.

Deseo su éxito.

@LeonKrauze
 

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *