En este espacio editorial y desde hace años (al menos 6), he adelantado lo que sucedería en los procesos electorales del 2018, 2021 y 2024. Y todo, basado en un análisis sistémico de lo que vive México como resultado de sus transiciones democráticas. Era previsible lo que pasaría este domingo, la victoria contundente de Morena y sus aliados. Incluso, si lo revisan en los artículos de este año, previendo la victoria en rangos de 30% a 35% de Claudia sobre Xóchitl. Lo repetiré otra vez más: somos una sociedad dividida en dos clases sociales y cuando la clase mayoritaria decida salir a votar, su victoria será apabullante.

El resultado era previsible desde antes porque el Presidente AMLO había diseñado no sol a un partido político hegemónico que absorbería al PRI, sino que fraguó la gran alianza con el narcotráfico, arropó al ejército para dedicarlo a labores civiles, creó la red de apoyos sociales y logró, iniciando por los estados donde el crimen tiene bases sociales, conquistar decenas de ellos. Como lo he afirmado aquí: no hay poder humano que pueda contra esas cuatro patas de una mesa sólida que durará varios sexenios.

Por eso, estamos frente a un cambio de régimen, no solo de gobierno. La victoria rotunda del domingo, confirmó la hegemonía de un solo partido que durará décadas. De la misma manera, que varias generaciones presenciamos los 71 años del PRI, ahora nuestra descendencia vivirá décadas de un partido con dominancia total y de un régimen concentrando todo el poder en la Presidenta de la República. La victoria del domingo, confirma que México es un País de tradición liberal, donde las narrativas y formas de gobierno conservadores, no tienen permanencia. La necesidad de una transición democrática de gobierno, nos llevó en el 2000 a la alternancia para terminar con el PRI y el regreso temporal fue una oportunidad otorgada a Peña Nieto para evitar regresar con el PAN.

El domingo vimos cómo las clases sociales pobres y las bases sociales del crimen organizado salieron a votar en contra de las clases medias y altas, para mostrar que, en una democracia, ganan las mayorías. Presenciamos la muerte de partidos políticos y el crecimiento de otros; sabemos que el PRD, el que siempre usaron a su gusto los “chuchos”, desaparecerá del mapa electoral y que el PAN, dirigido por mini Markito, cayó, aún con sus alianzas, a niveles menores al 15% de la votación nacional, cayendo junto al moribundo PRI y su” Alito”, de las preferencias electorales. Movimiento Ciudadano, por el contrario, creció para dejar claro que es la segunda fuerza nacional a pesar de improvisar a un candidato. Los dos partidos acomodaticios también ganadores, el Verde y el PT, crecieron hacia los niveles que tiene ahora el PAN y junto con Morena gozan las mieles del poder absoluto.

El domingo aprendimos que cuando un partido o alianza tiene la preferencia mayoritaria y casi absoluta, tiene la enorme tentación de poder cambiar la Constitución y la misma República. Si con Claudia Sheinbaum (una real demócrata de izquierda, a diferencia de AMLO, liberal ex priista), se forma un gobierno que realmente gobierne para todos, y no dilapidan el bono democrático, que recibieron, podemos esperar un sexenio donde las mayorías pobres tengan un respiro con el enorme gasto social. Las reformas que podrá hacer (habrá que esperar el dictamen del INE y del Trife con respecto a la “sobre representación”) Morena serán mayúsculas, hasta cambiar por completo al INE y al Poder Judicial, para tener el control absoluto del País.

Son muchas las lecciones recibidas de esta elección donde sobrepasamos el 60% y en que en una jornada electoral más, el INE mostró que tiene junto con la ciudadanía, la confianza en que los resultados son confiables. Las minorías del País, ahora, tendrán que reflexionar que deberemos caminar por rutas de mejor repartición de la riqueza, pues Morena logró conquistar a las mayorías pobres y en su alianza con el narcotráfico, nos dejó a un País que por décadas nos obligará a seguir acostumbrados a verles en todos los aspectos de nuestra vida. Con todo el Poder Legislativo, con el super Poder Ejecutivo, presenciaremos el desmantelamiento del Poder Judicial, en una experiencia de concentración de poder que no experimentó esta generación desde el Maximato del PRI con Luis Echeverría. Eso pasó el domingo.

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