Los pueblos se debaten entre dos posturas respecto a la realidad en que viven: la seguridad o la libertad. Cuando se reflexiona sobre el presente y los temores circundantes, o respecto a una zona de confort, se opta por la seguridad. Pero en otras ocasiones la sociedad se siente maniatada por las condicionantes del gobierno, por una burocracia excesiva e ineficiente, y prefiere elegir el emprendimiento y la aventura que propician auge y prosperidad. Cuando se piensa en el futuro se opta por privilegiar las libertades.

Las recientes elecciones han señalado que el país escora hacia la seguridad. En la antigüedad, el Senado romano, cuando advertía peligro, nominaba un dictador. Este funcionario estaba investido de facultades omnipotentes, que le permitieran enfrentar cualquier desafío o peligro. Se sacrificaban libertades y se suprimían las deliberaciones parlamentarias. Pero los regímenes democráticos solo subsisten en un ambiente de libertad. En cambio, cuando se privilegiaban las decisiones unipersonales, exentas de contrapesos y frenos, la democracia se evaporaba. 

¿Eso desea una importante mayoría de mexicanos? Pienso que no, solo apostaron, con ingenuidad, a mantener un buen puñado de billetes en las carteras. Pero este designio federal no se ha extendido, a plenitud, al ámbito estatal. Como en otras ocasiones, el PAN refrendó el triunfo, no por convencimiento ciudadano en la buena conducción del estado, sino por temor a Morena. Guanajuato prefiere la libertad. 

Acción Nacional amanece más débil que nunca el 3 de junio. Pronto deberá decidir cómo gobernar; si a través de la gestión voluntarista de un puñado de vivales encumbrados en las más altas esferas del poder estatal; o bien se inclina por respaldar incondicionalmente “un nuevo comienzo”. Si es así, este cambio solo es viable durante el primer semestre del nuevo gobierno. Luego todo se perderá en el día a día gubernamental plagado de urgencias y tensiones.

Libia, para hacer viable su gobierno, deberá sacudirse a los perniciosos asesores dedicados al vino tinto y las prebendas. Presumieron el “sistema PAN” como producto propio, para enfrentar a Morena y acabó todo en un desastre, perdiendo diputaciones y municipios a mansalva. La tarjeta rosa, ridícula imitación de programas federales, no tuvo un impacto trascendente, terminó siendo confundida como un programa más de la Federación… ¡Gracias AMLO! Muchos candidatos acabaron rascándose con sus propias uñas. 

La tentación de moldear a la administración pública para que se dedique a ser un mecanismo de distribución de dádivas para los electores va a ser fuerte. Todos se encuentran bajo el perverso influjo obradoriano, inspirado en un marxismo contrahecho. Parte de la premisa de una relación obrero patronal injusta (plusvalía), por la cual el Estado debe convertirse, creen, en un compensador monetario del trabajo mal retribuido. Les adelanto, así no habrá dinero que alcance para paramédicos de urgencias, médicos, enfermeras, policías, maestros, fiscales, jueces, ministros, construcción de carreteras, puertos, escuelas, universidades, laboratorios, plantas de generación de electricidad, presas, plantas potabilizadoras, acueductos, colocación de satélites e investigación científica, entre otras cosas. La cobija es pequeña y si se jala de un lado, descobijará el otro. 

Conviene que Libia replantee sus propósitos para volver a lo básico: una administración pública bien organizada, transparente de verdad, que combata la corrupción y la impunidad como prioridad. Que no permita resquicios para que el funcionariato robe dinero público para comprar votos o metérselo a la bolsa. Que recomiende al Legislativo el diseño de un Tribunal de Cuentas en lugar de una Auditoría, para que fiscalicen en serio y se conviertan en guardianes de la honradez de los burócratas. La propuesta hecha en campaña de armar un verdadero servicio civil de carrera, que transforme a los empleados estatales en un cuerpo profesional de élite, es apremiante, para que el gobierno se aleje de los influjos partidistas y electoreros.

En 2016 una joven y activa legisladora me pidió información y consejo sobre la Ley de Movilidad que estaba por aprobarse. Le externé mis críticas sobre el mal diseño y distorsiones que presentaba, y del porqué se convertiría en un nido de corrupción. Muy atenta y amable, tomó nota, pero finalmente en el Congreso expidieron el bodrio legal, por orden del gobernador. Algunos recordamos el desastre de esa ley y de su instrumento: el Instituto de Movilidad. Resultó una institución planteada para la corrupción y un ejemplo de cómo legislar mal. Acerté. Por ello, vale atender nuestros exhortos. Los viejos funcionarios acumulamos conocimiento y experiencias, que nos hacen asertivos en nuestros consejos. 

 

RAA

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