DENTRO y fuera del gobierno comienzan a preguntarse quién va a mandar a partir del 1 de octubre: Claudia Sheinbaum habitando Palacio Nacional o Andrés Manuel López Obrador desde su supuesto retiro chiapaneco.

LA INQUIETUD de los mercados, especialmente el del tipo de cambio, tiene que ver, de entrada, con la amenaza directa contra el Poder Judicial.

ESTÁ CLARO que AMLO está decidido a retirarse hasta el último minuto del 30 de septiembre cuando termina legalmente su mandato. Pero las señales que se envían, y no es cosa menor, son que él fija la agenda de la futura mandataria. El caso de la reforma al Poder Judicial es emblemático.

SI BIEN la iniciativa estaba propuesta desde el 5 de febrero y fue parte de la campaña de la propia candidata morenista, los legisladores del nuevo Congreso fueron electos como parte de la ola guinda que empujó Sheinbaum y será un delicado asunto que la Presidenta tendrá que administrar en su sexenio. ¿Por qué no dejar ese tema para el diálogo y acuerdo con el nuevo gobierno? ¿Cuál es la prisa?

 

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EL QUE dijo: “¡Hasta aquí!” fue el reconocido jurista Renato Sales, que finalmente renunció como fiscal de Campeche. Su dimisión no sólo revela que ya no aguantó más, sino que pone aún más en evidencia el deterioro en el gobierno de Layda Sansores.

LA GOBERNADORA morenista mantiene desde hace casi tres meses un fuerte pleito con los policías campechanos, a los que nomás no ha podido doblegar. Y como el fiscal se negó a proceder arbitrariamente contra jefes policiacos que han protestado, a Renato le dijeron: “¡Sales!”.

 

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LA GIRA conjunta que harán Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum inicia en Durango y Coahuila, dos estados contiguos y que son gobernados por priistas. Bien vale una gira por tierras tricolores, con tal de conseguir la mayoría que la 4T no tiene asegurada en el Congreso, específicamente en el Senado. El guiño al tricolor es claro: no hay nada que el presupuesto no pueda resolver.

 

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POR LOS RUMBOS del Estado de México se pusieron a hacer números y resulta que Alejandro Moreno y sus cuentas son puros cuentos. Cosa de ver, dicen, que en 2017 Alfredo de Mazo ganó las elecciones con 1.8 millones de votos, en tanto que esta vez, bajo el mando total de “Alito”, el partido tricolor se fue a la lona con apenas 1.3 millones.

INSTIGADOS por el campechano, la dirigencia nacional priista expulsó a Del Mazo porque, supuestamente, entregó la entidad a la 4T. El ex gobernador, por su parte, calificó al dirigente nacional del PRI como “el enterrador” del tricolor. ¿A quién le cree? ¿Al que sólo perdió una elección o al que llevó al priismo a ser la cuarta fuerza política del país, por debajo inclusive del Partido Verde?

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