Al perder por paliza la última elección, el partido más antiguo de México ha entrado en crisis. Sería normal, como sucede en muchos lugares, que cuando se es derrotado en una elección, lo usual para amainar el tropiezo es la renuncia de la dirigencia humillada. Pero en Acción Nacional se han apartado del protocolo tradicional. Entre los azules, mientras más fracasos se coleccionan, los perdidosos se consolidan más y más en los puestos de dirigencia partidista. Impávidos, los grupos de leales, honorables y viejos panistas, que reafirman su militancia de manera casi religiosa, naufragan en la frustración. Con enorme tristeza miran cómo su querida institución se degrada y difumina.

La pregunta que entra como saeta en los corazones panistas es la siguiente: ¿Es viable el PAN? Yo pienso que la respuesta es: depende. Razonemos el porqué. Desde la elección de 2012 se advertía la necesidad de un cambio profundo en el pensar y actuar del PAN. Era necesario analizar, después de haber gobernado por 12 años desde la Presidencia de la República, y también de muchos estados y cientos de municipios, en dónde se había fallado y cuáles eran las fortalezas. Nunca hubo un alto en el camino o una pausa para meditar. Se continuó como si nada hubiera pasado. Así llegó el 2018, con un proceso interno para elegir candidato a la Presidencia de la República, orquestado desde la propia Presidencia Nacional, para autonombrarse Ricardo Anaya como candidato presidencial. Esta maniobra ocasionó una profunda fractura en el panismo. La manzana podrida estaba contaminando todo.

Tras el desastre sufrido en esa elección, cualquiera hubiera esperado el recambio de la dirigencia panista. Pero este no se dio; los mismos continuaron apacibles y cómodos en sus puestos directivos, apoyados por la estructura corrupta de los “padroneros del PAN”. Estos son caciques locales que controlan los votos de supuestos panistas, que solo los requieren para votar en las elecciones internas. Así tienen garantizado el triunfo de las candidaturas de la partidocracia. ¿Quiénes son estos tales padroneros? El periodista Ernesto Núñez, de Animal Político, identificó a algunos: los Yunes y Joaquín Guzmán en Veracruz; Jorge Romero en la CDMX; Enrique Vargas en Edomex; Raúl Gracia en Nuevo León. En donde gobierna el PAN, los ejecutivos estatales fungen como padroneros, ya que, dueños de la nómina, controlan a su burocracia y le tiran línea. En Yucatán, Mauricio Vila y en Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez. El acuerdo con la dirigencia nacional es simple: los ejecutivos estatales apoyan con votos y con sus consejeros a la dirigencia nacional, y esta les cede la franquicia a los gobernadores para administrar las candidaturas locales a su arbitrio y gusto. Puro dedazo.

No le demos vueltas a la realidad, estos personajes son los responsables de la degradación de un partido que había nacido para construir ciudadanía, comprometida con la búsqueda del bien común, mediante el voto libre, conseguido en buena lid. Son estos infames quienes han destrozado al PAN. Ahora, se corre el riesgo, si no se hace algo radical, de tener una dirigencia de larguísima cola, que tendrá que comprometerse con sus acusadores a mantener al partido como una oposición cómoda para Morena, simulando democracia. Ni siquiera se tomarán la molestia de destruir a Jorge Romero, el actual delfín. Les será más útil dirigiendo traicioneramente al PAN.

Pero el enfrentamiento de Marko Cortés con Xóchitl Gálvez, por sus modos groseros y violentos, abre una pequeña brecha para romper el cerco impuesto por los torvos padroneros. También “Unidos”, la ya célebre agrupación de exgobernadores potables del PAN, ha manifestado su contrariedad frente a un proceso interno amañado. Es posible que acaben renunciando al partido para no seguir engordando el caldo a la partidocracia podrida. Muchos panistas, simpatizantes de Xóchitl, protestan por el maltrato de Marko a la candidata presidencial. Ya no aceptan al grupo de perdedores, asidos con uñas y dientes a los cargos directivos.

El PAN es viable solo si llega una nueva y auténtica dirigencia que limpie de corrupción a la institución. Tendría que intentarse el rescate, eliminando los infaustos cacicazgos; pero si esto no funciona, habría que trasvasar a los buenos militantes (hay muchos) a una nueva organización partidaria, libre de lastres. Se puede construir con rapidez si la red ciudadana de la Marea Rosa colabora un poco, porque cuenta con un padrón de un millón de ciudadanos. ¡Basta! Si el cambio no se consolida, hay que ser intolerantes con los corruptos, buscar aliados y caminar hacia nuevos horizontes. Todo depende, repito, depende de si se aprovecha la oportunidad que ahora se presenta.

LALC

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