Hace dos semanas fue inevitable el escándalo que provocó el rechazo o no aprobación de una iniciativa de ley que regularía con mayor rigor el procedimiento de contratación de compras y suministros del gobierno del Estado, para evitar o, en su caso, reducir la corrupción en esas áreas.
El colmo de la situación propiciada por la fracción del PAN en el Congreso local fue que la Iniciativa de Reformas a la Ley de Contrataciones Públicas del Estado de Guanajuato, que buscaba normar el padrón de proveedores del Ejecutivo y organismos autónomos, fue rechazada enviándola al basurero o a la congeladora del Órgano Legislativo, los mismos legisladores que la impulsaron y le habían hecho suya, con casi tres años de trabajo en la misma, por parte del Comité de Participación Ciudadana, del Sistema Estatal Anticorrupción; por ello lo estridente del asunto.
Por todos es sabido desde hace años que en los departamentos de compras está el mero negocio de las dependencias de gobierno y hasta de algunos empresas particulares; por ello, los funcionarios de mayor nivel designan allí a sus incondicionales, a sus “hombres de confianza”, para hacerles recomendaciones y para compartir los porcentajes que reciben de los proveedores por las compras.
Hace años, en 2005, escribí el libro “Los corruptos menores y otros cuentos” en conjunción con la Universidad Iberoamericana; allí incluí el referido al “jefe de compras”, entre otros, como prototipo de la corrupción oficial. Recuerdo que en una de las múltiples presentaciones, la correspondiente al noticiero de radio a cargo del periodista Antonio Rocha Pedrajo, este cuento fue materia de comentarios, con la agudeza propia de este destacado periodista quien apuntó que en unos cuantos renglones había podido resumir todas las formas existentes de corromper las compras de una dependencia, a saber:
a) Recomendando al proveedor a quien debe comprársele la mercancía; b) cobrando un porcentaje al proveedor sobre el monto del pedido (muchos le llamaron “el diezmo”, porque era el 10%, pero a veces era más); c) inflando los precios con determinada diferencia que sería para el jefe de compras; y d) comprando a proveedores cuyas empresas eran propiedad o socios los propios funcionarios o sus familiares.
También Antonio Rocha, preguntó de golpe, “a ver licenciado Lorea, ¿importa pura madre la honestidad”? y le respondí, claro que no, precisamente se trata de que los jóvenes estudiantes tomen conciencia de ello. Y no reparé en que esas palabras eran de un personaje ficticio del cuento. Por ello Rocha Pedrajo aclaró “así lo dice el licenciado Terrones en su cuento. ¿Ese personaje sería real o ficticio?”. Ahí quedó la duda, pareciera que todos los “jefes de compras” fueran como el licenciado Terrones.
A continuación el texto original del cuento corto referido:
“EL JEFE DE COMPRAS”
– ¡Cómo siempre Víctor, se te “ahorcó” la mula de seises!
– Es que me toca muy seguido.
Y mientras uno de los perdedores “hace la sopa” de dominó, continúa la velada del viernes entre risotadas, vino, cigarros y dinero.
– ¿Qué pasó con el amigo que te recomendé, Arturo? ¿Siempre le hiciste algún pedido?
– Mira, solamente le solicité algo de papelería que nos faltaba, tú sabes bien que eso lo surte íntegramente el recomendado del Jefe.
– Pero, pues quién de los proveedores no nos recomiendan nuestros jefes.
– Bájenle de tono –refuta Víctor- en mi Departamento de Compras, no se admiten recomendados de nadie.
– No claro, allí cada quien “le entra” con su respectivo 15%. Ja, ja, ja, ja … Tú sí que eres honesto.
– Pues si no lo soy, al menos no hay tanta voracidad como ustedes que prefieren hacerlo aumentando los precios a su antojo y recibiendo deliberadamente lo que se excede. Yo siquiera busco el mejor precio, en el menor tiempo de entrega y la mejor calidad, quedándome sólo con parte de la comisión que le correspondiera al agente.
– ¡Ah, qué Víctor! No te queda hacerte el “angelito”; para mí no hay diferencia entre lo que tú haces y lo que maneja el Sr. Terrones aquí presente y dicho sea con respeto a su vasta experiencia. Él no se anda con rodeos de admitir comisiones o recomendados, él mismo a través de su hermano compra a sus empresas o el consorcio que tiene le sirve de intermediario, por eso lo admiro. ¡Salud!
El Sr. Terrones de aproximadamente 45 años de edad, traje fino, reloj importado, anillos de oro, esclava de oro, semi obeso o semi delgado, levanta su copa de cognac y dice:
– Dejémonos de pendejadas, que cada quién consiga su dinero como le plazca, a mí me importa madre la honestidad y todas esas patrañas. Vamos por unas damas y a seguir “el pedo”, porque este pinche jueguito ya no me divierte, ni sus pláticas de burócratas timoratos. ¡Salud!
¡Salud! ¡salud! ¡salud! ¡salud!