“No debemos hacer un espantapájaros de la ley”.
William Shakespeare, Medida por medida
Del político que nos dijo que no tiene ciencia producir petróleo o gobernar surge hoy la idea de que no se necesita experiencia para impartir justicia. Ayer López Obrador declaró que “se nos fue en la iniciativa” de reforma judicial que “tienen que tener [sic] cinco años de experiencia los que puedan participar como jueces, magistrados, ministros. Yo he estado en contra de eso; sin embargo, se nos pasó”.
Dice AMLO que un joven sale de la escuela de derecho con “mucho entusiasmo de hacer valer la ley. Está lleno de frescura, de ideales, de llevar a la práctica la máxima de que al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie. Pero ya cuando va pasando el tiempo, y ya a los cinco años ya ni hablemos., ya a los 10 años ya saben, pero bastante, pero ya perdieron la mística, ya la fueron dejando en el camino, ya aprendieron otras cosas que no se necesitan”.
En este tema, como en tantos otros, el presidente habla desde la ignorancia. Nunca ha entendido cómo se extrae crudo del subsuelo; por eso prohibió la fractura hidráulica, la tecnología que ha permitido el renacimiento de la industria petrolera de Estados Unidos, y por eso Pemex sigue produciendo los mismos 1.7 millones de barriles diarios de crudo que en 2019. Tampoco ha entendido el arte de gobernar: sus políticas, como regalar dinero, le han dado popularidad y han comprado votos, pero no han generado crecimiento económico, aunque sí han elevado los pasivos del Estado mexicano hasta volverlos impagables.
Hoy López Obrador demuestra que tampoco entiende cómo se imparte la justicia. Quizá nunca ha leído una sentencia. No está consciente del conocimiento profundo de leyes, precedentes y jurisprudencia que requiere cada una. No comprende por qué el sistema de justicia de un país democrático cuenta con distintos niveles de juzgados, tribunales y cortes superiores para que jueces, magistrados y ministros revisen los fallos.
Lo curioso es que también afirma que cualquier estudiante recién salido de la facultad entiende el principio liberal que dice “Al margen de la ley nada y por encima de la ley nadie”, pero él ha combatido este principio desde el inicio de su gobierno. De nada sirvió que, al recibir su constancia de mayoría el 8 de agosto de 2018, haya prometido al Tribunal Electoral que “ninguna autoridad encargada de impartir justicia será objeto de presiones, ni de peticiones ilegitimas cuando esté trabajando en el análisis, elaboración o ejecución de sus dictámenes, y habrá absoluto respeto con sus veredictos”.
La verdad ha sido otra. El presidente ha exhibido y perseguido a los jueces que han dictado fallos con lo que no ha estado de acuerdo. Ha puesto a sus aliados, parientes y a sí mismo al margen y por encima de la ley. Su actitud ha quedado plasmada en la frase que espetó a los ministros el 6 de abril de 2022: “Y que no me vengan a mí. con ese cuento de que la ley es la ley”.
Ayer declaró que su iniciativa de reforma judicial “no es venganza, ni nada”, pero es claro que quiere castigar a los juzgadores por no haber obedecido sus órdenes. Por eso ordena destituir a todos los jueces y magistrados federales y estatales, por eso elimina los haberes de retiro de los ministros de la Suprema Corte. Quiere también destruir la independencia judicial al dejar la selección de nuevos jueces en manos de la cada vez más poderosa maquinaria política de Morena.
Claro que el presidente busca jueces sin ciencia ni experiencia. Los prefiere jóvenes y militantes, como los de su ayudantía o como los Servidores de la Nación. Un juzgador que conoce la ley puede exigirle que esta sea respetada en vez de aceptar que AMLO y sus cercanos están al margen y por encima de la ley.
Sin diálogo
Los partidos de centro y de izquierda impidieron el triunfo de Rassemblement National, el partido de Marine Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas. De poco servirá, sin embargo, si la izquierda se niega a dialogar con el presidente Emmanuel Macron.
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