Desde pequeña aprendí el valor de la palabra empeñada. No había papeles firmados, ni candados más valiosos que ese dicho ofrecido muchas veces, sellado con un apretón de manos. Muchas veces los vientos cambiaban y, a pesar de ello, si algo se había prometido, con el cumplimiento de la otra parte, sin lugar a dudas, el trato prevalecía; cuántas veces escuché a papá decir: no hay más letra firmada que me comprometa tanto que esa palabra que he entregado. Quizá por eso me sobran los argumentos cuando una persona que ha empeñado su palabra la traiciona; su imagen se deteriora, desmigando la credibilidad que a ella le confería. Por lo que admiro y respeto a aquellas personas que perviven y se mantienen fieles a sus compromisos, así como a la palabra ofrecida. Pues cuando alguien es creíble, las respiraciones se ajustan, los vientos danzan y la magia parece poner en grata certeza los resultados.
La credibilidad es un atributo que se construye y se mantiene con esfuerzo y consistencia a lo largo del tiempo. Cada promesa cumplida, cada acción que respalda nuestras palabras, fortalece esa imagen de confiabilidad que proyectamos a los demás. El célebre escritor y orador Zig Ziglar señaló: “Si las personas te gustan, te escucharán, pero si confían en ti, harán negocios contigo.” La credibilidad es el cimiento sobre el cual se construyen todas nuestras relaciones, personales y prácticas profesionales.
Analizo, observo que ser una persona creíble abre puertas, genera oportunidades, establece relaciones sólidas así como duraderas. La credibilidad se convierte en un pilar fundamental en la construcción de una sociedad justa y equitativa. En el mundo empresarial, la credibilidad es sinónimo de confianza. Las empresas que actúan con integridad y cumplen sus promesas son las que logran fidelizar a sus clientes, proveedores y colaboradores. La confianza en una marca se construye a base de hechos y no de palabras vacías. Por eso, es esencial que los líderes empresariales comprendan el valor de la palabra empeñada. Cuando una empresa dice que sus productos son de alta calidad, que respetan el medio ambiente o que sus trabajadores son tratados con dignidad, debe cumplir con estas afirmaciones sin excepción. Solo así se puede ganar y mantener la confianza del mercado.
Si un comprador, así como el vendedor, respetan los tratos y convenios establecidos, la relación crecerá en ámbitos de solidaridad y respeto. En política, la credibilidad es crucial. Los gobernantes y representantes que faltan a sus promesas o que se contradicen pierden el apoyo de la ciudadanía. La confianza en las instituciones se desmorona cuando los líderes no actúan de acuerdo con sus palabras. Para construir una sociedad fuerte y estable, es fundamental que nuestros líderes sean modelos de integridad y consistencia. Ellos deben ser los primeros en honrar sus compromisos y en demostrar, con hechos, que sus palabras tienen valor.
A nivel personal, la credibilidad también juega un papel esencial en nuestras relaciones. La confianza que depositamos en nuestros amigos, familiares y seres queridos se basa en la coherencia entre lo que dicen y lo que hacen. No hay sentimiento más desgastante que el de la desconfianza, los vínculos se rompen y la traición reina desde sus poderosos infiernos. Es momento de mantener el valor de nuestra palabra para que sea el reflejo más puro de nuestra identidad y de nuestro compromiso con los demás. Ya decía Sócrates: “Una vida sin examen no merece ser vivida.” ¿Aprobaríamos o…? Usted, ¿qué opina?
LALC