Metido en preparar una conferencia a los estudiantes de la amada UTL Universidad Tecnológica de León donde fui rector, es que me puse a revisar ideas y experiencias para compartir con jóvenes que podrían -por edad-, ya ser mis nietos. 

Me formé en la “investigación de operaciones” y la apliqué en la vida profesional. Es mirar el mundo como un sistema interactivo y tratar de modelar situaciones, algo que algunos teóricos fueron trabajando desde los años cincuenta para dar forma a metodologías novedosas que hoy usamos. 

Esto tuvo su origen en la “cibernética”, ciencia de los sistemas de control y comunicación basados en retroalimentación, soportados o impulsados por la computación, particularmente en su relación con los seres vivos y el ser humano, nació para mejorar sistemas termodinámicos como los aires acondicionados y después se expandió esto a todas las esferas de nuestra vida. 

Después, nacieron los “sistemas expertos”, programas computacionales que tienen el objetivo de solucionar un problema concreto y utilizan lo que ahora conocemos como “Inteligencia Artificial” (IA) para simular el razonamiento de un ser humano (imitan la toma de decisiones, por ejemplo, de un profesionista en la materia).

La inteligencia artificial (IA) es un campo de la informática que se enfoca en crear sistemas que puedan realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como el aprendizaje, el razonamiento y la percepción. Ahora que cantidad de empresas, redes sociales, escuelas, recurren a la IA, vemos que su avance es impresionante en todas las áreas de nuestras vidas. 

Ahora se pueden crear con IA, videos de personas muertas (un ejemplo es la reconstrucción de una canción de John Lennon para crear una canción con los Beatles como si realmente hubieran estado juntos cantándola); también se pueden formar audios con nuestra propia voz y recrearla como si nosotros lo hubiéramos dicho. Por eso, la IA ha tenido tanto auge y los expertos en computación crean nuevas aplicaciones y son un amplísimo campo de desarrollo (y de negocio).

Las mayorías, como siempre, están relegadas de estos conocimientos de frontera. México y nuestro deteriorado sistema educativo no tienen la capacidad de llevarnos en estos campos de conocimiento para ser competitivos. Además, la cultura nacional no facilita el emprendimiento ni esa hambre de conocimiento que impulsa a la innovación y, por tanto, a la generación de riqueza. 

Entonces, ¿Cómo aprovechar las cosas buenas que tiene la IA en beneficio de la calidad de vida de los mexicanos? Considero que las generaciones mexicanas jóvenes tienen una oportunidad enorme con el “internet de las cosas”, pero el desafío es cómo cerrar las enormes brechas de acceso al conocimiento; entre escuelas públicas y privadas, entre las del campo y las de la ciudad; entre hombre y mujeres.

Todo esto ha transformado a las generaciones jóvenes, ya millennials como centennials; éstos son nativos digitales y están familiarizados con el “internet de las cosas”. Han ido perdiendo habilidades de socialización y de pensar los proyectos en colectivo. Se alejan del mundo real para adentrarse en el virtual. 

Por eso, es cierto que la inteligencia artificial creará mayores complejidades y realidades virtuales, pues analiza los datos para aprender y mejorar los procesos de creación o clasificación de patrones a lo largo del tiempo. Además, usa el “Big Data” que es el conjunto general de información que se acumula a partir de varias fuentes de datos y que luego son analizados por la inteligencia artificial.

Pero si no cambiamos nuestra cultura para que los menores, los jóvenes aprendan no solo habilidades computacionales y digitales (muchos quieren ser “creadores digitales”), y relegamos los valores y la comprensión del mundo real en todas sus dimensiones de trascendencia, se incrementará no solo la frustración, la ansiedad y la depresión entre ellos, sino que podríamos perder la esencia de lo que representa la juventud: la potente capacidad de imaginar un mundo distinto que nos mueva a transformarlo y en ello, encontrar nuestro lugar en el universo. 

Por eso, agradecido de regresar a la UTL y charlar con los jóvenes de hoy y sus dilemas, contribuyendo quizá a crear interrogantes y proponiendo respuestas para construir un mundo mejor.  

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