“Pero a quien está hambriento de poder solo le importa ejercerlo y no la opinión de los demás, únicamente el botín y no el honor”. 

Stefan Zweig, Momentos estelares de la humanidad

 

Finalmente Joe Biden aceptó lo inevitable y decidió renunciar a su candidatura presidencial este domingo 21 de julio. Todavía unos días antes se negaba a hacerlo y afirmaba que era el candidato mejor calificado para derrotar a Donald Trump. Reconocer que su candidatura no “es lo mejor para mi partido y para el país” es un acto de valentía para un político que hizo todo lo posible por conservar el poder. 

La decisión es relevante no solo para Estados Unidos. El propio Biden le dijo a George Stephanopoulos de la cadena ABC el 5 de julio: “No solo estoy en campaña, sino que estoy manejando el mundo. Somos la nación esencial del mundo“. La declaración revela la idea que de ellos mismos tienen los políticos estadounidenses. Es arrogante, sin duda, pero el resultado de la elección sí tendrá repercusiones en el planeta entero debido al poderío militar y económico de su país. 

Biden acompañó su renuncia con un espaldarazo a Kamala Harris como nueva candidata demócrata. La vicepresidenta de 59 años ha tenido una carrera política relativamente corta. Fue fiscal de distrito en San Francisco de 2004 a 2011 y fiscal general de California de 2011 a 2017, ambos cargos por elección popular. Ocupó un escaño en el Senado de 2017 a 2021, antes de llegar a la vicepresidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 2021. Biden le encargó articular una política para atacar las causas de la inmigración ilegal desde países de América Latina; ella anunció un programa de ayuda de 950 millones de dólares, que no ha tenido ninguna consecuencia perceptible. Fuera de eso, su labor como vicepresidenta ha pasado inadvertida. 

No hay precedentes para un candidato que renuncia después de haber arrasado en las elecciones primarias de un partido en Estados Unidos. El respaldo de Biden a Harris ha sido aceptado sin cuestionamientos por muchos personajes importantes del Partido Democrático; el presidente le entregó, además, el control de su maquinaria política, lo cual ha dado acceso a Kamala a 96 millones de dólares ya listos para gastar. Ningún otro aspirante a la presidencia ha surgido hasta el momento de escribir estas notas. La han apoyado Hillary y Bill Clinton, pero sobre todo el gobernador de California, Gavin Newsom, quien era su más fuerte posible rival. Por otra parte, ni los principales líderes demócratas en el Congreso ni el expresidente Barack Obama la han respaldado abiertamente. 

El que Harris sea relativamente desconocida puede ser una ventaja. Las encuestas sugieren que millones de estadounidenses estaban cansados de tener nuevamente a los mismos viejos candidatos de 2020. Kamala es relativamente joven y fresca. Su defensa del aborto puede ganarle votos en un momento en que millones de estadounidenses piensan que la Suprema Corte fue demasiado lejos al permitir la prohibición en varios estados, pero sus políticas en otros temas pueden ser demasiado “progresistas” en una Unión Americana que mantiene posiciones sumamente conservadoras. 

Harris ha sido fiscal y cree en el estado de derecho. Su rival republicano, Trump, no solo ha despreciado la legalidad, sino que ha enfrentado decenas de acusaciones penales y civiles. Trató incluso de subvertir el resultado de la elección presidencial de 2020. Harris tiene, supongo, muchos defectos, pero se enfrenta a un expresidente cuya ambición de poder lo ha llevado a cuestionar el principio de que “la ley es la ley”. 

Meloni

La primera ministra italiana Giorgia Meloni se ha convertido en la figura más importante de la “extrema derecha” europea. Su oposición a la inmigración ilegal es muy visible, pero ha tomado decisiones pragmáticas, como aumentar las cuotas para inmigrantes legales. Es articulada y fotogénica. A los 47 años ofrece una imagen atractiva para una parte de la población italiana que defiende la cultura tradicional europea, pero que es escéptica de la burocracia de Bruselas. 

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