Los mexicanos disfrutamos el feliz arribo de la democracia durante el efímero gobierno de Madero y cuando Zedillo reconoció el éxito de la oposición en las elecciones del 2000. Con dichas excepciones, después de la interminable tiranía de Porfirio Díaz, de la Diarquía Obregón-Calles, de la sexagenaria Dictadura Perfecta, de los fraudes electorales cometidos en contra de Vasconcelos en 1929, de Andrew Almazán en 1940, de Henríquez Guzmán en 1952 y de Luis H. Álvarez, en 1958, ahora, en el 2024, estaríamos permitiendo otra estafa electoral que comprometería nuestro presente y nuestro futuro.
¿Cómo aceptar que en las elecciones del 2021, la clase media capitalina obtuvo 9 alcaldías (casi 11) de las 16 existentes en la ciudad de México y que 3 años después de otra gestión incompetente y retardataria de Morena, resulta que dicho movimiento ganó 11 alcaldías? ¿Dónde están las obras espectaculares en la CDMX que podrían justificar un cambio en la opinión pública de semejantes proporciones?
¿Cómo aceptar que Claudia Sheinbaum haya recibido 6 millones de votos más que AMLO en el 2018, cuando no contaba ni cuenta con la popularidad suicida e indiscutible de AMLO? ¿Cómo aceptar los resultados del 2 de junio, después de casi 6 años trágicos de la 4T en el poder, con sus más de 800,000 muertos por la pandemia, sus casi 200,000 homicidios dolosos y sus 60,000 desaparecidos? ¿La nación le concedió a Morena y a sus partidos mercenarios, 36 millones de votos, después del desastre de los “abrazos y no balazos”, del desplome de la economía, de la escandalosa corrupción, del desperdicio devastador del ahorro público, o de la ruina de la salud, de la seguridad y de la educación públicas? ¿Sí.?
¿Cómo aceptar que Morena haya ganado en un Veracruz sepultado en el caos y en la desvergüenza, o en un Yucatán distinguido como el mejor gobierno del país, o en un Morelos hundido en la desesperación y el fango, tal y como ocurrió en otras entidades de las que no puedo dejar constancia en este breve espacio?
Como todo es insuficiente, AMLO pretende ahora cometer otro fraude electoral para controlar al Poder Legislativo y posteriormente al judicial y así instalar una oprobiosa dictadura en pleno siglo XXI: La coalición de Morena obtuvo un adulterado 54.7% de los votos, pero no cuenta con la mayoría calificada en el congreso para poder reformar la Constitución o promulgar una nueva, de ahí que el gobierno pretenda hacerse a través de interpretaciones legales mafiosas, de un 74.6% de las curules, o sea, un 20 puntos más que sus votos recibidos, porcentaje que equivale a robarse 7 millones de votos que la ciudadanía jamás le concedió. Los partidos de oposición, según los resultados espurios de la elección, ganaron 24,620,253 votos, o sea, el 41% de los votos y el gobierno pretende reconocerles, tan sólo, el 25% de las curules en la Cámara de Diputados. Si la Constitución establece que un ciudadano, un voto, no 2, ni 3, ni 4, sólo uno, sobre la base, además, de que ninguna fuerza política pueda tener una sobre representación superior al 8% y Morena pretende ilegalmente el 20% adicional, entonces, todos a la calle a defender la República.
¿Vamos a permitir que el gobierno se burle de la voluntad popular? ¿El INE y el tribunal electoral serán cómplices de esta nueva tragedia mexicana? ¿Volverá a ser aplicable el apotegma porfirista de que “quien cuenta los votos gana las elecciones?” De prosperar el descarado robo de 7 millones votos, reviviríamos el viejo caudillismo de consecuencias imprevisibles.
No todo está perdido: si la mayoría de la nación reacciona todavía a tiempo y presiona al gobierno en las calles, como ocurre en Venezuela, rescataríamos nuestra democracia, fortaleceríamos nuestros Estado de Derecho y garantizaríamos el futuro de México que nadie debe ni puede comprometer.
En septiembre próximo, durante las fiestas patrias, cuando se instale el nuevo congreso, México estará en peligro, nos estaremos jugando nuestro porvenir, ya que, si AMLO logra hacerse de la mayoría calificada a través de una sobre representación ilegítima, nadie podrá gritar: ¡Viva México!, ni ¡Viva la independencia! ¡Ni vivan los héroes que nos dieron patria y libertad!, porque habremos perdido nuestra democracia para volver a resolver nuestras diferencias con las manos, como si no hubiéramos aprendido de la historia.