La carta, dirigida a Padres y Madres de los 43, comienza de esta extraña forma: “Estimadas y estimados, familiares de los normalistas desaparecidos en Iguala, Guerrero, la noche del 26 de septiembre de 2014, madres y padres”. Sorprende la torcida redacción y la irritante coma entre estimados y familiares: se alegará que es una simple errata, pero, gracias a Freud y a Barthes, sabemos que ningún texto es inocente. La torpeza gramatical exhibe que los familiares de los normalistas desaparecidos no son, en medida alguna, estimados por el Presidente. Y dejar para el final de la frase a las madres y padres no hace sino acentuar la incomodidad que le provocan.

No me propongo discutir el fondo del caso -varios expertos se han abocado a ello- sino analizar la retórica con que el poder, en este caso AMLO mismo, se dirige por última vez a las víctimas de uno de los sucesos más atroces de nuestra historia reciente. Tras un párrafo en que lacónicamente afirma “respetar su dolor y sufrimiento”, pasa a glosar las culpas de Peña Nieto -sin jamás nombrarlo- al crear la llamada verdad histórica y de inmediato se embarca hacia su único objetivo: la defensa a ultranza de la institución que eligió como pilar de su gobierno. “El señalamiento al Ejército, sin pruebas, me produce mucha desconfianza y sostengo que podría obedecer a un afán de venganza de personas o instancias del extranjero para debilitar a una institución fundamental del Estado mexicano”.

Una corazonada, devenida razón de Estado, que, por si fuera poco, ejemplifica con el general Cienfuegos -a quien exculpa sin más-, solo para, en un gesto obsceno y narcisista, ponerse él mismo en primer lugar: “lo están haciendo ahora en mi contra con una campaña de desprestigio, sin pruebas, tratándome de vincular con la delincuencia organizada, básicamente por motivos políticos e ideológicos”.

AMLO señala la “actitud sectaria de organizaciones independientes o no gubernamentales”, de las que desconfía porque “hay quienes fingen defender al pueblo, pero en realidad forman parte del entramado de poder oligárquico nacional y, sobre todo, extranjero”. El argumento favorito de los autócratas. Una de las principales promesas que lo llevaron al poder -y que precipitó la derrota del PRI en 2018- fue resolver el caso. Ante la frustración por no haberlo logrado, lo que hace AMLO no se distingue un ápice de la actitud de Murillo Karam, a quien se ha obstinado en mantener en prisión: desprecia la capacidad y autonomía de las madres y los padres con el mismo argumento de sus predecesores y vuelve a criminalizar a las víctimas.

En la cima del desdén, lo único que les ofrece a quienes les prometió la verdad es “mi hipótesis”: construyendo una enloquecida teoría de la conspiración, culpa a sus enemigos habituales -Emilio Álvarez Icaza, Lía Limón, Claudio X. González- del involucramiento del Ejército en la desaparición de los normalistas porque se oponen a la “transformación”, y tiene el descaro de sostener que la culpa de que el caso no se haya resuelto la tienen los mismos padres y madres por permitir que sus abogados estuvieran de acuerdo en la liberación de inculpados que habían sido torturados. Sin el menor ápice de empatía, insiste en que esos abogados y algunos padres y madres -de quienes “aceptamos… hasta insultos”: ¡oh, magnánimo!- se dejaron manipular por ellos para señalar al Ejército. Y, en la más pura hybris, AMLO vuelve una y otra vez a sí mismo y les echa la culpa de todo lo ocurrido a Calderón y Peña -a quien sigue sin acusar-, como si no hubiera gobernado seis largos años.

Como señalaron los padres y madres en su respuesta: “Nos gustaría recordarle presidente, por si también lo ha olvidado, que la víctima no es usted”. Le espetan: “Usted nos traicionó”.

Con esta burda y postrera carta, AMLO revela, sobre todo, quién es hoy, a punto de abandonar el poder: un caudillo autoritario, ególatra y mendaz a quien le preocupa más su imagen y su paso a la Historia que la verdad o la justicia. Por desgracia para él, como las madres y padres concluyen con rabia, esa misma Historia “lo juzgará”.

 

@jvolpi

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