“Un llamado a la reflexión y a la acción”.

Regreso a esta columna después de la pausa por contender en las elecciones como candidato a Diputado Federal por el Distrito 5 de esta ciudad, habiendo sido electo por tercera ocasión consecutiva. Miro el pasado con agradecimiento a todas aquellas personas que emitieron su voto a mi favor; vivo el presente con pasión para ser una voz de los ciudadanos que se escuche en San Lázaro y diviso el futuro con esperanza, un futuro de visión compartida con ustedes, estimados lectores, esperando recibir sus críticas, propuestas y compromisos para aportar un granito de arena hacia una mejor sociedad.

Vivimos el fin de una era política y social y lamentablemente, presenciamos un retroceso democrático que no debería dejarnos indiferentes ni mucho menos satisfechos. Lo que ha ocurrido es sumamente grave. En el año 2000, dice monseñor Ramón Castro que los obispos de México escribieron en su Carta Pastoral “Del encuentro con Cristo a la solidaridad con todos”, una advertencia que hoy, 24 años después, se ha materializado. Expresaban: “En nuestro país no está excluido un escenario de regresión autoritaria, aun por vía electoral”.

Los resultados del pasado 2 de junio han sido sorprendentes y preocupantes. La aplastante victoria de Morena ha generado serias dudas sobre la transparencia y legalidad del proceso electoral. El país atraviesa momentos de desconcierto y desánimo al ver cómo la democracia, que tanto esfuerzo costó construir, ha sido maquiavélicamente socavada. La presidenta electa tendrá un poder incluso mayor al del presidente actual, recordando los tiempos del viejo PRI, que creíamos superados. Esto representa un claro retroceso democrático que presagia el retorno de algún tipo de autoritarismo.

La lista de problemas en el país es extensa: La violencia continúa sin cesar. Cada vez hay más asesinatos dolosos y nos estamos acostumbrando a ello, lo cual es sumamente peligroso. El crecimiento económico del país es insuficiente. Con un crecimiento del PIB del 0.8% en el último sexenio, lejos del 6% prometido, no se pueden atender las crecientes demandas de una población que ya supera los 130 millones.

El sistema de salud nacional sigue colapsado. La falta de vacunas y medicamentos obliga a las personas a recurrir a servicios privados, lo que constituye una privatización de facto de la salud. Urge un cambio radical que coloque a nuestros niños en sistemas educativos eficientes y de calidad. La polarización y confrontación social nos dividen como nación y nos dejan vulnerables ante los poderes hegemónicos.

La deuda pública acumulada en el último sexenio asciende a siete billones de pesos, lo que limitará las posibilidades económicas del nuevo gobierno. La destrucción ambiental avanza sin freno, con consecuencias graves para las generaciones futuras.
Cierto es que estos problemas parecen abrumadores y no sabemos por dónde comenzar. Se trata de situaciones que afectan a todos los mexicanos, especialmente a los más desfavorecidos. Querámoslo o no, los problemas están ahí y deberán enfrentarse para remediarlos. 

La garantía de fe en que estas situaciones tienen solución radica en el discernimiento, un ejercicio que da frutos desde que se logra identificar las causas de raíz responsables de los males que nos aquejan. Todos somos parte del problema y por ende, de la solución, a través del cambio social y el humanismo.

Ante este panorama, es crucial que toda la ciudadanía evitemos conductas malsanas expresadas en ciertos síndromes, tales como el síndrome del avestruz: Esconder la cabeza en la tierra para no ver el peligro y considerarse a salvo; esta actitud es ingenua. Síndrome de la hormiga: Hacer sin descanso, pero de manera desorganizada y repetitiva, sin pausas; esta actitud es torpe. 
Síndrome del zopilote: Planear sin poner manos a la obra; esta actitud es teórica y evasiva. Síndrome de Babel: Construir sin un plan común, cada uno por su lado; esta actitud es individualista y carece de una noción compartida de bien común. Síndrome del cangrejo: Impedir el avance de otros, especialmente si van adelante; esta actitud es mezquina y envidiosa.

Con estas actitudes, como mexicanos, como país, no avanzaremos. México es un enfermo en terapia intensiva. A veces se levanta y sonríe, pero está gravemente enfermo y necesita ser reconstruido en cuatro ejes fundamentales: 1. Social: Trabajando como una sociedad unida, aunque diversa y plural. 2. Político: Defendiendo los derechos humanos, la democracia y el bien común. 3. Económico: Garantizando seguridad jurídica para la inversión y fomentando la creación de micro, pequeñas y medianas empresas. 4. Cultural y religioso: Inyectando ánimo, confianza y compromiso ciudadano, basándonos en las virtudes de fe, esperanza y caridad.

Es momento de reflexionar y actuar. México necesita de todos nosotros para sanar y avanzar hacia un futuro mejor. ¿Contamos contigo?
 

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