Los Juegos Olímpicos nos dejan como País, muchos aprendizajes. Cada cuatro años los resultados obtenidos nos reflejan como en un espejo, la situación del País. Pocas medallas olímpicas frente al avance de los triunfos económicos y deportivos de otros pueblos, nos miramos así en este reflejo de la realidad y con ello, vemos la enorme brecha que nos separa de los ganadores. Lo que obtuvimos fue en buena parte, resultado de historias de lucha de los jóvenes que superaron adversidades con poco o nulo apoyo del gobierno y mucho por el propio emprendimiento, como el equipo de gimnasia acuática que tuvo que vender trajes de baño.
¿Es que estamos hechos de otra madera? ¿Es que genéticamente somos diferentes? No. Es un asunto de carecer de una cultura, de una mentalidad, de una actitud de triunfo. Hemos ganado en el pasado algunas medallas en “nichos deportivos” ¿Pero por qué siempre ganan medallas los Países cuya economía es más competitiva? ¿Por qué no ganamos nosotros medallas? ¿Basta sólo con echarle más ganas? La diferencia está en la mentalidad. Y la mentalidad, tiene sus antecedentes en la cultura de la derrota que creamos. Desde nuestra cosmovisión precolombina, desde nuestros 300 años como colonia, desde nuestras guerras intestinas entre liberales y conservadores, desde nuestra mentalidad de resignación para no construir ese mundo mejor aquí y no esperarlo recibir mañana, desde esperar ser conquistados y tener miedo a conquistar, desde aceptar ser colonos y no anhelar ser pioneros.
Nos han metido en la mente que “lo importante no es ganar, sino competir”. Nuestro Presidente AMLO, líder de millones de fieles seguidores, considera que el “aspiracionismo” es malo y esa es la base del triunfo deportivo: el hambre por la victoria. AMLO que ataca a los “clase medieros aspiracionistas” que salieron fuera de la pobreza y gana a millones de personas al darles apoyos sociales sin mediar ningún esfuerzo. Muchos de los pueblos ganadores de medallas han sido formados en la competencia y en la seguridad y en la confianza en ellos mismos, mientras que nosotros fuimos formados muchas veces en la resignación. Estudios históricos, como el de Max Weber, comprobaron que la ética protestante y liberal, facilitó en los países anglosajones el crecimiento del pensamiento emprendedor y se tradujo en una revolución del pensamiento innovador, desatando siempre ideas nuevas y lanzándolos al camino que hoy recibe tributos de otros pueblos por las medallas de sus patentes, diseños industriales, marcas, empresas, bancos, etc. Nosotros mientras, quemábamos en la hoguera a quienes planteaban nuevos paradigmas a ideas…
China, los Estados Unidos, seguirán siendo, los grandes ganadores de las Olimpiadas y de la guerra comercial que se inició hace tres décadas, dejando atrás de la carrera a los japoneses y a los europeos. Es cierto que los Estados Unidos han mostrado en 150 años lo que puede hacer una tradición individualista, sí, pero emprendedora; centrada en el lucro y en el mercado, sí, pero innovadora. Este crecimiento de la economía norteamericana (y por tanto de sus niveles de bienestar) sin embargo, se vio detenido cuando otros pueblos como el chino, se movieron desde su reducido consumo de bienes y servicios, dando saltos cuánticos en su productividad para crear una economía competitiva que dominará el resto del siglo.
Es hoy la época de los chinos y sus triunfos. China es una máquina de crear campeones y ganar medallas. La explosión de la victoria en Juegos Olímpicos es el reflejo de una cultura y una economía con mentalidad triunfadora. A la base del triunfo del pueblo chino está la disciplina que como pueblo tuvieron por décadas; su educación, su constancia, y su disciplina en el consumo. Las medallas, los triunfos son su consecuencia.
Por eso, los mexicanos necesitábamos, nos urgía, como pueblo, triunfos, buenas noticias y unas medallas. Es parte de nuestra afirmación, de nuestra esperanza. Requeríamos confianza en nosotros mismos. La falta de medallas nos refleja de cuerpo entero: autoridades ineptas, jóvenes talentosos sin apoyos y negocios millonarios alrededor de la publicidad. Con un gobierno ineficaz que no puede aplicar la ley para evitar bloqueos en las vías de comunicación y que invita a todos a violarla, es cuando más necesitábamos buenas noticias. Las generaciones jóvenes necesitan hoy esas historias de éxito para seguir animándonos a luchar, a seguir en el País, a no abandonarlo, a no perder el ánimo y la esperanza. Podemos y debemos ganar los partidos y dejar de pensar que lo importante “no es ganar, sino competir”. Las historias de éxito comienzan desde la afirmación que un pueblo necesita al ligarse a su bandera, a sus colores y a un líder, para lanzarse con seguridad a construir el futuro.