Hace un mes el pronóstico para la elección en Estados Unidos era que Trump se impondría. El Presidente Biden había perdido el primer debate y cuestiones sobre sus capacidades cognitivas se formulaban en la palestra pública. El nombramiento de J. D. Vance como compañero de fórmula de Trump y una vistosa Convención en Milwaukee habían energetizado al trumpismo.
Ante esta situación, el Partido Demócrata se enfrentaba a una decisión difícil pero inevitable: mantendrían a Joseph Biden, arriesgando que su popularidad siguiera cayendo, o lo removerían de la carrera presidencial y se expondrían a apoyar a un candidato desconocido y poco experimentado. La solución fue un justo medio aristotélico: Biden abandonaría la candidatura pero no dejaría la presidencia. Por otro lado, la jerarquía del Partido apoyaría a la vicepresidenta, Kamala Harris, para convertirse en la candidata presidencial. La maniobra funcionó muy bien. Kamala ha demostrado tener don de liderazgo y ser al mismo tiempo la antipoda y la criptonita de Trump. No sólo ella representa al Estados Unidos cosmopolita, pluri-cultural y multi-étnico que el trumpismo rechaza, sino que se ha presentado como la fiscal implacable que ha sometido a criminales parecidos a Trump.
El resultado ha sido que en unas semanas Kamala encabeza las encuestas, aunque no por un amplio margen. La moneda todavía esta en el aire. Kamala Harris tendrá que demostrar de qué está hecha en los debates con Trump. Seguramente, le ayudará su entrenamiento como fiscal y sus años en el Senado.
Es una ironía quizás poética que Trump hubiera retratado a Biden como un hombre senil y ahora él desempeñe ese papel frente a la más joven, Kamala Harris. Hay que agregar que la candidatura de Harris se va visto fortalecida por la designación de Timothy Walz, Gobernador de Minnesota, como candidato a la Vicepresidencia. Es muy posible que los jerarcas del Partido Demócrata hayan designado a Walz por su conocimiento de China, experiencia decisiva en la relación con ese país.
Aún faltan más de tres meses y todo puede pasar. Quizás para ningún país sea tan importante el resultado de la elección como para México. Hay que recordar que nuestro país es el principal socio comercial de Estados Unidos, incluso por encima de China y Canadá. El resultado de la elección impactará a México en todos los rubros, pero será más determinante en lo que se refiere al futuro del T-MEC. Es muy posible que el Partido Demócrata decida continuar con este tratado de libre comercio, lo cual no se puede decir sobre una posible administración Trump. La razón es que se ha creado un movimiento hiper-nacionalista alrededor de Trump que es hostil al comercio internacional y a la relación de Estados Unidos basada en la libre circulación de seres humanos, mercancías y capitales. Los mexicanos deberemos tener en cuenta estos fenómenos para determinar cómo nos tendremos que relacionar con nuestro vecino del norte.