En algún momento en tu carrera enfrentarás un problema que no puedes resolver solo. Cuando pase, no entres en pánico. Respira. Y luego encuentra personas inteligentes de las que puedas aprender“.

Parte del discurso de graduación que dio Bill Gates hace poco más de un año en la Universidad del Norte de Arizona.

Gates, que no se graduó de Harvard, brindó 5 consejos a los graduados:

1. Tu vida no es una obra de un solo acto. Puedes reinventarte.

2. No eres tan inteligente como para nunca confundirte.

3. Gravita hacia un trabajo donde puedas resolver un gran problema.

4. No subestimes el poder de la amistad.

5. No eres un flojo si tomas un break.

Buenísimos.

La cita del inicio es parte del segundo consejo.

Hoy quiero profundizar en éste porque es vital.

Gates está hablando de alguna forma del valor de los expertos. Del valor del expertise en un mundo que se ahoga en la superficialidad.

La hipercomunicación (redes sociales y estar conectados 24×7) nos empuja a las “soluciones fáciles y rápidas”:

* A las respuestas de 140 caracteres: “no me eches tanto rollo”.

* A elegir a los “expertos” equivocados. Privilegiar el culto a la fama: si es tan popular será por algo. Habrá que escucharlo. ¡Ja!

Por eso vemos tantas personas “educadas” diciendo y haciendo taaantas pentontadas.

¡Y no se diga en la política!

El poder marea.

Y PODER + INEPTITUD es una combinación terrorífica que lleva a extremos como los que hoy sufrimos en México, con poderosos ineptos que creen tener todas las respuestas y no sólo NO buscan a “personas inteligentes de las que puedan aprender”, ¡sino que las desprecian!

Digamos que hacen exactamente lo contrario a lo que sugiere Bill Gates: demonizan al experto.

Lo aborrecen: “si es experto es más mañoso, más corrupto”.

Terrible, el mundo al revés.

De veras, por eso estamos como estamos en México y otros lados.

Presidenta, le imploro: ¡busque expertos!

Urge.

Pero dejemos de hablar de ineptitud.

Pensemos en propositivo, ¿cómo hacer realidad el consejo de Gates?

¿Cómo encontrar esas personas inteligentes que te aconsejen?

Primero que nada habría que decir que, en términos generales, el expertise proviene de dos fuentes: educación y experiencia.

Entonces, al buscar expertos que te asesoren, asegúrate que su sabiduría provenga de fuentes confiables.

Ahora bien, un jefe (o Presidenta) que no tiene expertos que lo (la) asesoren, simplemente no tiene excusa.

El que tiene recursos y presupuesto debe usarlos bien.

Identificar las áreas críticas (actuales y sobre todo, OJO, lo que viene, pues el mundo cambia aceleradamente) y luego realizando una radiografía del nivel de expertise existente.

¿Hay huecos? ¡A llenarlos con expertos!

Y luego dos cosas: si los expertos tienen razón, escucharlos y (¡por Dios!) hacerles caso; y segundo, pagarles según lo que aporten. El talento mal remunerado tarde o temprano emigra.

Ahora bien, dos sugerencias para el que no es jefe:

1. Edúcate. Suscríbete a publicaciones o newsletters especializadas, asiste a conferencias, inscríbete a algún curso o diplomado. Poco a poco, vuélvete experto. O por lo menos mejora tu conocimiento, lo que evitará que cometas zonceras.

2. Relaciónate. Encuentra y contacta a expertos. Te sorprendería lo fácil que es que te atiendan. Un experto aprecia que lo busquen para dar consejos.

Agrego una vivencia personal: un experto siempre te explica más fácil y claramente un tema complejo. Te señalará factores clave y palancas de mejora. Y, sobre todo, te dirá qué no debes hacer. Yo los consulto a cada rato para escribir mis columnas.

Cierro con una advertencia final de Gates: “pensé saber al abandonar la Universidad. Pero el primer paso para el aprendizaje es abrazar lo que no sabes en lugar de enfocarte en lo que sabes”.

Oro molido.

Porque un sabelotodo siempre termina por ser arrogante.

Y la arrogancia es enemiga de la sabiduría.

Pues listo, el expertise es sin duda uno de los secretos del éxito.

¡A aprender se ha dicho!

Suerte en la Universidad de la Vida…

 

EN POCAS PALABRAS…

“La real sabiduría es saber que no sabes nada”.

Sócrates

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