Hay toreros que salen de la plaza escondidos en la cajuela de un coche para evadir el abucheo o porque se les fue vivo el toro o por alguna trapacería. Otros diestros salen en hombros por la puerta grande ante la aclamación de la multitud por haber dejado en el ruedo una gran faena para el recuerdo.

Pensábamos ayer, por aquello de las asociaciones y del “ahí te dejo”, en la faena que le espera a la Presidenta electa recibiendo un país -una plaza- completamente despernancado.

Hereda del que se va -si es que deveras se va- un país que por primera vez en su historia se queda sin justicia, por la huelga indefinida apoyada por un 86 por ciento de jueces y magistrados. O sea que no tendrá México juzgados funcionales por un buen rato, porque al tabasqueño no se le miran trazas de querer negociar y la entrante hace lo mismo que su mentor, entonces se cancela en México la impartición de justicia. ¿Y cómo se le llama a una nación en la que no hay justicia? Pues sería algo así como Cuba, Nicaragua o Venezuela, pero jamás como Dinamarca.

Por si esta bronconona no fuese suficiente, recibirá la Presidenta un país en manos de los cárteles, con brotes de violencia por todos sus confines, en el que reinan la inseguridad y la impunidad, en el que los grandes capos son los que mandan y no los Poderes institucionales. Los cuales están corrompidos hasta el tuétano. Y hablando de corrupción, con las aduanas en manos de Semar y Sedena, hay usuarios del sector económico que afirman que hay más corrupción hoy que antes.

Le tocará a la señora Presidenta recibir también un Gobierno con un preocupante déficit fiscal que tiene sólo dos salidas, ambas malas: cortar el gasto o subir ingresos, o sea, fregar más a los ciudadanos con nuevos impuestos. Esto acontece justo cuando traen encima enormes gastos en obras como la refinería que no refina, el aeropuerto que no tiene vuelos y el “turístico” Tren Maya en el que no viajan turistas y cuyos costos sumados resultan inmensos.

Hereda también un Pemex que no explora, que no explota, que produce hoy menos crudo que cuando la recibieron los de la 4T, y que sigue siendo la petrolera más endeudada del mundo con todo y las enormes transfusiones de recursos del Gobierno central.
A las pérdidas de Pemex habrá que sumar las de la CFE que hoy pierde dinero y no podrá enfrentar las demandas de energía que el crecimiento económico y poblacional de México demandará. Ello, al mismo tiempo que ambos son de los entes industriales que más contaminan, CFE quema combustóleo y Pemex produce gasolinas y diésel con alto contenido de azufre. Algo perversamente paradójico, pues la Presidenta es experta -o eso asegura su CV- en temas ambientales: ¿cuál cachucha se pondrá para redefinir el futuro de estas empresas?, ¿la de ambientalista o la de sombra del caudillo?

También es preciso insertar en lo que heredará esta mujer enigmática que se dice feminista -y hasta crea una Secretaría de la Mujer-, pero que se somete y hasta parece gozar de los caprichos de su padrino, el tema económico: la Dra. Sheinbaum recibirá en tamaño la misma economía que heredó su antecesor, pero con casi medio millón de ciudadanos más en pobreza extrema.
Una economía con crecimiento del PIB bajo, muy muy lejos de lo prometido por el Mesías Tropical, implica una magra creación de empleos. ¿Cómo se atreven entonces a decir que “los pobres son primero” si los colocan al final de la cola en crecimiento de empleos? No les cumplen con un empleo digno, se limitan a regalarles dinero del erario con fines político-electoreros creando una masa dependiente políticamente explotable, pero insana para el progreso de México. La dignidad humana exige empleos, no dádivas.

Entra pues la Presidenta a un coso en cuya arena no quedan los rastros de una gran victoria, sino la evidencia de un chiquero en el que hubo faenas desaseadas e incompletas, y en donde en lugar de música hubo rechiflas que acabaron en trifulcas. No estaría mal que la Presidenta al ingresar al redondel comience a pensar en cómo quiere salir de él.

 

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