Parte y contraparte, derecho, revés, blanco o negro, pequeñez o inmensidad, la lista es interminable si de mencionar los contrarios se trata.
Y siempre lo he sabido, es una forma de equilibrio del mundo para mantener su balance, aunque debo de confesar que a veces me cuestan estas aceptaciones con las personas queridas, y al haber creado lazos, mi sentido filial me incita a fingir ceguera aunque la verdad aletee como una mariposa nocturna persiguiendo la luz.
Es cuestión de tiempo aceptarlo, en el momento, es tan fuerte la revelación que cimbra mis raíces, es como un relámpago que atravesara el cielo prediciendo la tormenta que irremediablemente se desatará, aunque me niegue a admitirlo, aunque quiera mantener mi neutralidad firme, ante todo razonamiento.
Sé que es válido el autoengaño, la negación mantiene seguros los valores aparentes poniéndoles capelos de azúcar, de frágil hielo transparente. Inevitablemente se derritirán al salir el sol y escurrirán mostrando su realidad, la mentira en toda su magnitud, es imposible mantener falacias sumergidas, un día u otro saldrán a flote como calamares de mil tentáculos, como fieros monstruos marinos.
Una vez dicho esto, confieso que aunque me cueste admitirlo, sufro los desengaños igual que cualquier ser mortal en este planeta.
Toda historia tiene un inicio, pero ¿cómo comenzó para mí? El día que sentí tu tedio, ese día que no pudiste disimularlo en la llamada, aunque yo atribuí tu voz extraña a que probablemente estabas recostada, o te había sorprendido dormida. En fin, los que saben de evasivas, completarán mi enunciado, hay cientos de excusas por decir. Era solo el principio, el descubrimiento del oropel en una orilla, la moneda que comenzaba a girar estaba de canto y pude ver su falsedad. Y así transcurrieron los días, hasta que giró por completo mostrando su segunda cara.
Y todo hubiera estado bien, pues no somos perfectos, yo también tengo mi lado oscuro que seguramente has descubierto, y sufrido los desengaños, solo que hubo un toque en tu voz, un relámpago de fuego que quería herirme de forma inclemente el corazón. Tú, conocedora de sus defensas, él, que confiado por tu amistad, bajaba sus escudos.
Parte y contraparte se me mostraban, por lo que esa mañana, transité entre dos mundos, siguiendo la línea limítrofe, con el cuidado de no invadir ninguno de los lados, buscando la equidad, como si caminara adelantando un pie al otro en lo alto de una barda. Ellos no se percataron, porque esos caminos no tienen señalamientos ni están a la vista, son rumbos de corazón y se transitan hacia adentro. Por lo regular, son caminos solitarios.
Y aunque ya sé la respuesta, me encuentro detenida en este punto sin atreverme a avanzar, con temor a hacer más descubrimientos. Por esa causa, a base de pensar, te pregunto, ¿qué va a suceder ahora que ha caído el telón y se ha terminado la mascarada?
Es bueno conocer los destinos, cuando los trayectos transcurren tranquilos y sin prisas, pero ahora los desconozco. Blanco o negro, mentira o verdad, estoy detenida equilibrando mis platillos, como una frágil balanza, intento inútilmente recuperarte a base de borrarme el pensamiento.