A diferencia de otros partidos, Acción Nacional surgió frente al poder omnímodo de un partido de Estado, que echaba mano de todos los recursos disponibles para ganar las elecciones y perpetuarse en el poder. El antiguo PRI era un partido que disponía del presupuesto público a contentillo, para realizar movilizaciones multitudinarias, compra de votos, enrolamiento de operadores electorales y enriquecimiento personal.
Cuando Manuel Gómez Morín y Efraín González Luna impulsaron la idea de construir un partido inspirado en ideales y constituido por ciudadanos, pusieron alma, corazón e inteligencia preclara, para llevar a buen término su postulado. Junto a ellos iniciaron la pesada brega sus familias, especialmente sus esposas, Doña Lidia y Doña Amparo, acompañados también de sus hijos. A su lado, personajes como Miguel Estrada Iturbide y Felipe Gómez Mont fueron aliados eficaces en la complicada lucha que iniciaban.
Los tiempos no podían ser más hostiles a la intención de enfrentar a una dictadura casi perfecta. Se debió soportar el tránsito por un árido y peligroso desierto político, que poco a poco fue conjuntando a un grupo, cada vez más numeroso de seguidores. Hubo allí decenas de destacados profesionistas y militantes, cuyos nombres pueden ser utilizados como ejemplos de civismo para los mexicanos.
Los ideólogos del PAN, Gómez Morín y González Luna, precisaron el temperamento de la nueva institución política: una conjunción de ciudadanos comprometidos con la gestión del bien común y las labores que derivan del amor a su ciudad y a su patria. Su contraparte era un partido de Estado, dueño de todo, dirigido por una voluntad unipersonal, plagado de corrupción y enrolado en una ideología colectivista tropicalizada.
Luego de ochenta y cinco años de recorrer un largo camino que llevó a Acción Nacional a ganar por dos ocasiones la Presidencia de la República, triunfador en veintidós gubernaturas y cientos de alcaldías a lo largo de todo el territorio nacional, ahora enfrenta una crisis que amenaza con ser terminal. Poco a poco el sistema de partidos cartel, identificado y descrito desde la academia por los politólogos Richard Katz y Peter Mair, fue minando las virtudes cívicas bajo las cuales debía actuar la organización fundada por Gómez Morín.
Intoxicado por componendas internas, rompiendo el principio fundamental de nunca confundir al partido con sus gobiernos, Acción Nacional se fue debilitando hasta acabar capturado por un grupúsculo de funcionarios en los municipios y estados que aún gobierna y en su directiva nacional. Casi todos se dedican, con fervor, a la extracción de rentas de los presupuestos públicos y del propio partido.
Muchos de sus gobiernos se han convertido en nodos de negocios en donde se trafican influencias y se aceptan pagos extraoficiales. Otras conductas inconcebibles para un panista genuino, es ver cómo sus administraciones no han titubeado en utilizar el dinero público para compra de votos y tratar de ganar elecciones. Pero han ido más allá, varios gobiernos han hecho suyas las políticas clientelares que tanto combatió Acción Nacional a lo largo de su historia, porque convierten a los ciudadanos en esclavos electorales. Don Manuel y Don Efraín caerían fulminados ante el panorama actual. Y no solo los más conspicuos fundadores, también otros panistas, como Ramón Muñoz, que debería rememorar las lecciones cívicas aprendidas en el viejo PAN y traducírselas a los dirigentes que asesora. Medida desesperada para intentar que recapaciten.
No nos sorprenda pues, que los herederos de los dilectos fundadores e iniciantes del partido de los ciudadanos, hartos de observar cómo su instituto se conduce con lenidad frente a los desvíos doctrinarios y omisiones frente al combate a la corrupción, han decidido desvincularse del PAN. Tienen como referencia la recomendación, que de puño y letra de Gómez Morín, recibieron desde 1951 cuando les escribía: “Mientras viva Acción Nacional fiel a sus principios, que ustedes, todos, la ayuden y defiendan”.
Pero como los principios han sido traicionados, el compromiso de ayuda y defensa ha quedado invalidado. Con la decisión de abandonar al PAN de las familias custodias de los ideales del partido, Acción Nacional quedará desfondado moralmente. Ahora se debe proteger la honra familiar. No más menciones a Manuel Gómez Morín, Efraín González Luna, Miguel Estrada Iturbide o Felipe Gómez Mont, desde directivas indignas, carentes de legitimidad, respaldadas por votos impuros.
Habrá una exigencia: borrar los nombres de los fundadores, quitar efigies, bustos y estatuas, para proteger el nombre de sus eminentes antepasados, convertidos en lares, aquellos dioses romanos que, por su brillante historial eran venerados como dioses protectores de cada familia. Porque finalmente, en la vida, todo es cuestión de honor.