¿Consciencia & razón o solo razón o solo consciencia?; el diálogo con mi hijo, respecto a cómo abordar el tema de: ¿Cómo vivir?, derivó hacia nuestra naturaleza humana…

¿Qué somos, quiénes somos?: ¿somos seres biológicos o somos seres espirituales?, ¿somos solo carnita o tenemos también un alma?, ¿solo tenemos un cerebro que opera o somos una dualidad en donde por una parte está la razón y por la otra un “Yo” (o una consciencia) que monitorea, evalúa y hasta controla a la razón y a nuestros pensamientos?… 

–En tanto no dilucidemos esto, hablar de cómo vivir, sin saber realmente como somos, parece prematuro, me dijo.

La reflexión es profunda y reconozco mi limitación para sacar conclusiones; sin embargo el sentido común y la incompleta (hasta hoy) evidencia científica, aunados a mi convicción de que la Ley Natural es una buena guía, me conducen por el camino que se sustenta en la bilogía y en la razón, es decir, veo la consciencia como un estado elevado de la capacidad de razonar o de analizar y tengo la convicción de que es nuestro cerebro desarrollado el que nos permite, a diferencia de los animales, tomar conocimiento de nuestras acciones, reflexionar respecto a las cosas o los sucesos reconociendo nuestra realidad y relacionándonos con ella; así como tener la capacidad, mediante un acto psíquico, de reconocernos a nosotros mismos en este mundo.

Si tomamos el camino de la religiosidad, nada hay que decir, simplemente hagamos los que se nos dice, como se nos ordena y tendremos ganado el paraíso y nuestra alma eterna estará bien por siempre (dicen los elegidos (¿?))… Sin embargo, si decidimos tomar el camino de la razón, entonces hay una tarea que hacer que implica esfuerzo y quizás dolor, pero que será altamente gratificante y dará sentido a nuestra vida al tomar, de facto, el control de nosotros y por consecuencia la responsabilidad de nuestras acciones y decisiones. Quizás, para explicarme, diré que estamos ante la disyuntiva de vivir despiertos o de vivir dormidos, de asumir la responsabilidad de nuestras vidas o de dejarnos llevar por los dogmas y verdades de quienes parecen saber más y aspiran a dirigirnos.

Cómo no creo en seres superiores, en poseedores de la verdad, ni en elegidos, el camino de la “razón” empieza por cuestionar todo, por preguntarnos todo, por pedir evidencia de todo; el camino de la razón, en mi opinión, es el camino natural del ser humano, tiene como motor la curiosidad y el legítimo deseo de entender las cosas al tiempo que da sentido a la vida para que en el espacio de tiempo que tenemos entre el nacimiento y la muerte, conozcamos, pensemos y entendamos esto que llamamos vivir y seamos consecuentes con ello aprovechando nuestro tiempo de vida para, valga la redundancia: ¡Para vivir!

Estar despierto implica tomar consciencia de las cosas y de las acciones, implica ser responsable de las decisiones, implica ser dueños de nuestras vida y consecuentemente darnos cuenta de lo que vivimos, de cuando lo vivimos, de para que lo vivimos y de cómo lo vivimos. Estar despierto implica responsabilidad asociada al disfrute de vivir, como estar despiertos conduce a disfrutar de todo, en todo momento, porque nos damos cuenta de la realidad presente que vivimos. Estar despiertos implica llenarnos de vida, vivir con intensidad y con emoción; quién está despierto disfruta de la brisa del aire, de un amanecer, del vuelo de una mariposa, de un diálogo con sentido con un amigo o con una persona cercana, de un buen platillo, de descubrir cosas, de buena compañía, de un cielo estrellado, del abrazo amoroso, de la paternidad, de la risa de un niño, del servir al prójimo, de la emoción de nadar o de andar en bicicleta por primera vez, es más, quién está despierto disfruta del fracaso como fuente de aprendizaje y de acumulación de experiencia para crecer.

Desde tiempos inmemoriales, el hombre se ha preguntado: ¿Quién soy?, ¿para qué existo?; mi amigo Faustino Castro (qpd), fundador de la Universidad de Zamora en Michoacán, decía: A este mundo venimos a crecer y a amar, pero, a diferencia de la semilla de trigo que depende de caer en buena tierra para convertirse en espiga, el ser humano decide si crece o se queda en semilla, en otras palabras, está en la persona humana la decisión y la acción para crecer y, durante el tiempo que tenemos de vida, alcanzar nuestra propia plenitud. Faustino afirmaba, el camino para crecer, es amar; y la fórmula para saber cómo vamos en nuestra vida, es: “Si quieres saber si creces,… pregúntate si estás amando. Si quieres saber si amas,… pregúntate si estás creciendo.”

Hoy nos queda mucho por descubrir, mucho por investigar, mucho por conocer y mucho por entender; pero ese es el camino que la naturaleza, a través de sucesivas generaciones, mediante la evolución, con eso que llamamos conocimiento, ha definido a los seres humanos para encontrarse a sí mismos. Es este camino, sustentado en la razón, en el deseo de saber y en el deseo de entender, el que en mi opinión cada persona y cada generación debemos seguir para dar sentido a nuestras vidas y así, aportar durante el tiempo que tenemos de vida, nuestro cariño y esfuerzo para, con un sentido de colectividad (de comunidad) ¡Vivir sirviendo!; de manera tal que el beneficio que disfrutamos en nuestro tiempo, derivado del esfuerzo y trabajo de generaciones anteriores, como un compromiso de vida enriquecedor, se pague a las generaciones por venir con la aportación que individual y colectivamente hacemos con nuestras acciones y decisiones (incluyen cuidar el planeta), dando así sentido a nuestra existencia durante nuestro tiempo de vida… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión.

Santiago Heyser Beltrán

Coach de Vida

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *