Primero conocernos, después entendernos para así poder tomar las mejores decisiones respecto a: ¿Cómo vivir?… Me escribió mi hijo Santiago: “Papá, bien por tu artículo de cómo vivir la sexualidad, pero creo que te saliste del tema central: ¿qué somos?, ¿cómo somos?, que luego sustente subtemas como: ¿cómo vivir el matrimonio?, ¿cómo ser buenos padres, ¿cómo desempeñarnos como ciudadanos?, etc… Para “vivir bien” debemos comprender ¿quiénes somos?, y para lograrlo es imperativo reflexionar sobre lo que creemos y pensamos, ya que estos factores determinan nuestra reacción ante las experiencias de la vida, lo que sentimos y lo que describimos como nuestra experiencia de la realidad.

Comencemos por aclarar que todo aquello que pensamos, creemos y percibimos es relativo y condicionado por nuestra propia historia, la época en la que nacimos, nuestra educación y el entorno sociocultural en el que nos desenvolvemos. Dicho de otra manera, nuestra forma personal de ver la vida la hemos aprendido del exterior y nos es difícil darnos cuenta que nuestra propia perspectiva de la vida, no sólo está limitada, sino que además no es en realidad nuestra, aunque creemos que sí. Esto es evidente cuando observamos que los hijos tienden a asumir como propias las ideas o gustos de los padres o de su cultura. Por ejemplo, un niño le va a cierto equipo deportivo porque en su casa siempre le fueron a ese mismo equipo o profesa cierta religión por la misma razón, no porque sea “la verdadera”, pero si ese niño, ese mismo Ser humano hubiera nacido en otro país o con otra familia, probablemente su equipo favorito sería otro y estaría defendiendo a otra religión ¿Qué cambió?, la persona o el entorno en el que creció y la información que recibió, es decir la influencia externa. Otro ejemplo: una mujer en medio oriente se siente cómoda y es natural para ella tener que tapar su rostro cuando camina por la calle, sin embargo, esa misma mujer en México se sentiría mal con ello, ¿Qué cambió? si hablamos de la misma persona; lo que cambió es la información de su entorno. El error que cometemos es que asumimos como propias las ideas y formas de pensar derivadas de esta azarosa información que recibimos porque nacimos en tal o cual lugar o en cierta época; lo mismo pasa con las religiones, el nacionalismo y el fanatismo.

La mayoría de las cosas que sabemos y damos por sentado, formando así nuestra identidad y nuestras propias opiniones son relativas y no son necesariamente nuestras, aunque creemos que sí. El norte y el sur en realidad no existen, sólo son un invento humano que facilita una ubicación geográfica, invento como lo son la división territorial de los países o las monedas; lo que a alguien le gusta de nuestra forma de ser a otra persona no le cae en gracia; lo que hoy nos atrae, mañana no. Todo cambia, excepto quiénes somos, por ello: ¡Analicemos quiénes y cómo somos!, antes de entrar en subtemas.

Entonces, ¿quiénes somos?, para no caer en un debate filosófico, convengamos lo que es evidente para cada uno de nosotros. Nuestra experiencia de vida siempre sucede en el momento presente y dentro de nosotros, dentro de nuestro cuerpo, en nuestra mente. Algo tan simple como ver un pájaro volar, sucede dentro de nosotros, aunque parece que está afuera, cuando vemos al pájaro en realidad esa imagen es sólo luz que pasa por nuestros ojos, se invierte en la retina y gracias al nervio óptico llega la información al cerebro quien se encarga de generar la imagen que percibimos como realidad… el pájaro en realidad lo vimos dentro de nosotros; y así sucede con todo. La distinción que debemos hacer para comprender quiénes somos radica en diferenciar lo interno de lo externo. Lo interno soy yo, lo demás no. Luego entonces no soy lo que creo, pienso o siento, ya que estos factores pudieran haber sido inducidos en mi niñez o diferentes si hubiera nacido en otra familia y en otro lugar; sin embargo seguiría siendo: Yo mismo. Nuestra experiencia de la vida se reduce a sensaciones. Asociamos la sensación de felicidad cuando las cosas nos agradan y cuando nos desagradan somos infelices, miserables, sufrimos, hacemos drama y nos quejamos. Cuando comprendemos y aceptamos que lo que nos desagrada es una percepción en la mente o en última instancia es una realidad externa a mí que no puedo cambiar, dejo de sufrir y quejarme porque no sucede lo que yo quiero, porque comprendo la realidad como es y dejo de luchar contra ella, lo que mejora mi calidad de vida y abre la posibilidad a: ¡Mi felicidad! Acepto que la persona de enfrente es como es o el trabajo, los hijos, la pareja o cualquier situación de la vida y defino que la realidad en mi interior, sobre la que tengo control: ¡Es mi vida!, ello no quiere decir que me desentienda del exterior o que deje de luchar por mis convicciones o deje de ayudar al prójimo; solo quiere decir que mi felicidad depende de mí y que tengo el control sobre mi vida.

Cuando comprendemos que somos en nuestro interior dejamos de padecer por culpa de lo exterior. Nos damos cuenta que sólo hay dos cosas en la vida que en realidad controlamos: nuestros pensamientos y nuestras acciones. Si controlo mis pensamientos, si uso mi inteligencia, si razono, dejo de vivir reaccionando en automático a las circunstancias de la vida en función de la información que recibí y comienzo a controlar mi sentir y mis acciones de una manera consciente, con discernimiento, entonces la felicidad se vuelve un estado de la mente que genero al no tener resistencia ante lo que sucede en el exterior, lo que me permite vivir mejor.”. Doy las gracias a mi hijo Santiago por sus reflexiones… ¡Así de sencillo!

Un saludo, una reflexión. Santiago Heyser Coach de Vida

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