Este maravilloso País ha cambiado paulatinamente en lo político. Somos por esencia un pueblo liberal y paradójicamente, al mismo tiempo, mayoritariamente católico. Nos costó una guerra -la de Reforma- la lucha entre liberales y conservadores -si se puede usar esta división entre ideologías- para dirimir las diferencias. Por un lado, estaban en el siglo XIX quienes querían un Estado laico y por otro, uno religioso.
Afortunadamente para nuestro porvenir, el resultado de la guerra fue la victoria liberal en donde se dio la separación entre la Iglesia y el Estado, y este equilibrio nos ha permitido transitar en dos siglos con relativa paz.
Si bien el afecto a la religión en el mundo ha descendido drásticamente y también el catolicismo, de acuerdo con cifras de la misma iglesia católica, lo cierto es que los mexicanos seguimos siendo un pueblo religioso. En México de acuerdo al INEGI el catolicismo ya bajó del umbral del 80% en promedio, aunque en el Bajío todavía nos mantenemos en el 90%. Dentro del catolicismo también están los grupos de conservadores, de moderados y de liberales. Aunque no hay estudios precisos, en el primer grupo está la mayor parte de los católicos, y en el ala izquierda estamos realmente muy pocos, a pesar de que con el Papado de Francisco, un jesuita de avanzada, la Iglesia ha tenido más apertura, después de haber pasado por el Papado conservador de Juan Pablo II y sus tiempos de privilegio a los Legionarios de Cristo.
La Iglesia lucha por mantenerse presente en la vida comunitaria, a pesar de que las generaciones de jóvenes están lejanas a la religión. Este mundo de los chavos es maravilloso, pues ellos priorizan los derechos humanos, la ecología, la diversidad cultural y tienen nuevas conductas, como se ha documentado en los millennials y los centennials, que se acercan solo a las iglesias que interpretan y satisfacen sus expectativas de trascendencia y de sentido de la vida. En general, la Iglesia católica busca actualizarse para retener a los jóvenes en la propuesta que por siglos ha tenido, aunque el reto es monumental. Ideológicamente, en el catolicismo ha perdido fuerza el grupo conservador y, sobre todo, el más radical.
En México también esto ha sucedido, pues desde el sexenio de Vicente Fox y su cercanía con el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, estos grupos católicos han perdido fuerza e influencia en la sociedad, toda vez que esta ha tendido hacia propuestas liberales.
En nuestra región, la más católica de México, tenemos un nuevo Arzobispo y tenemos también esa corriente de renovación para este mundo difícil de interpretar. Los grupos de ultraderecha, aquellos que desde el siglo pasado buscaron una propuesta política al formar los partidos PDM y PAN, aunque existen, no tienen ya el peso de antes, pues el País transita hacia el centro, como las elecciones de junio lo mostraron. Así, que las organizaciones católicas ultraconservadoras que en cámaras empresariales y en el gobierno federal tuvieron con Fox la cúspide de su poder, están muy mermadas.
En Guanajuato, el Yunque, la organización católica de ultraderecha, aunque mantiene control en muchos ámbitos en el PAN y en el gobierno, tiene ya poco peso relativo con la nueva generación de relevo que entiende más el entorno actual. La evidencia de ello es la misma que ha perdido en todo el País el PAN, dado que los partidos liberales son quienes tienen ahora el control absoluto del poder político y el escenario de que obtengan también los gobiernos de esta católica región, es de solo seis años.
Entonces ¿qué pasó con las organizaciones de ultraderecha? Todavía existen y operan en esta región y mucho menos, en otras como Puebla, mi tierra natal, pero no tienen ni tendrán en el futuro el mismo peso político que antes. Aun haciendo paralelos con la derecha y ultraderecha españolas o francesa, en América Latina no están dadas las condiciones para que renazcan en las siguientes décadas. El espacio es para movimientos sociales de centro, que comprendan los cambios demográficos y que atiendan y entiendan el mundo de los jóvenes.
Con la llegada de un Papa salesiano se darán más cambios en el catolicismo como el iniciado por Francisco, para que sea el ser humano el que esté en el centro de los cambios y la religión sea una expresión viva del amor al prójimo, construyendo una sociedad más equitativa. No habrá de otra.