Hay días como hoy que siento almacenada la alegría en mi pecho, y este, deja de ser una cavidad hueca, me recuerda que ha ido almacenando afecto para no tener la zozobra de la carencia.
Conserva de manera invisible suficiente y sobrado, aunque habrá quien me diga que los recuerdos no se almacenan ahí, él me cuenta otra historia, en su verdad, se niega a admitir segundos términos y a pasar desapercibido. Y aunque no pretende mostrarse histriónico por la vida, se jacta de su función primordial. Hoy, sin estetoscopio, te aseguro que late feliz y contento aunque no mida su frecuencia cardiaca. Gracias corazón por sentir en ti mis emociones.
Pudiera enumerar los motivos, detenerme en los más recientes, más para no agobiar a ninguno, lo hago en silencio. Estoy en un recuento interno, en un inventario personal, la labor es sumamente privada y no es necesario compartirla con nadie.
En esta revisión de afectos, me doy cuenta de las caducidades, selecciono atenta las fechas de vencimiento para desechar sin impunidad. Y como no quiero envenenarme al hacerlo, amordazo las voces que insisten en gritar sus repeticiones obsoletas que un día lejano ya, me partieron el alma en pedazos. En la actualidad, luchan inútilmente, no les es posible seguir perjudicando, su veneno se ha secado, ha sido esparcido por el viento.
Hoy, sentada junto a la ventana, a un lado de mi patio, repaso las palabras nuevas, esas que se han ido bordando con puntadas seguras para no desprenderse y caer al vacío, las que son mi nuevo armazón y me aumentan la valía. No soy un ser en solitario, soy el conjunto de afectos que me habita.
Ahora comprendo que fue soltando que pude asirme de nuevo, haciendo espacio que fue posible renovar el inventario. Hoy, observo lo nuevo que llegó a mi vida, de manera tan sutil como los rayos del sol que traspasan los cristales, sin esfuerzo alguno, el día se instala silencioso con su calidez dorada. Insisto, la vida es buena.
Estoy imbuida en los procesos del mundo, como giran en sus orbitas los planetas moviendo su ubicación rodeando el sol, siguiendo reglas que no están escritas. Así sucede con mi vida que se transforma a diario, no opongo resistencia, no soy la excepción a la regla. Acepto los días nuevos y las horas prestadas, también contemplo mis tesoros más preciados, que no tienen etiqueta. Las mejores cosas que he tenido no han tenido precio, y por eso me son invaluables, la amistad, y el corazón que decide donarse voluntariamente.