Durante 20 años escribí en esta columna en un alto porcentaje de mis letras, defendiendo a Andrés Manuel López, Obrador por esa enorme capacidad que tuvo de cautivar a las mayorías empobrecidas del País y lanzarles hacia un proyecto alternativo de nación; ya en eventos como el injusto desafuero del que fue objeto por Fox, como en sus justos reclamos de que la riqueza se repartiera mejor. Defendí aquí, con argumentos, el por qué, durante las tres elecciones le di mi voto. Pero también hoy, estimados lectores doy cuenta de estos 6 años de reconocer sus aciertos y subrayar sus errores. Esta será la última vez que escriba sobre este enorme animal político que fue AMLO y de quien desearía no volver a escuchar, pues me molestaban mucho las amenazas e insultos que a diario escupía a quien no pensaba como él.
López Obrador fue sin duda un reformador que hizo cambiar nuestra cultura nacional para que volteáramos a las mayorías que han sufrido injusticias por siglos. Pero también inauguró un estilo de gobernar excluyente y amenazante hacia periodistas y aspiracionistas, usando todos los recursos del estado mexicano. Defendió tanto a los pobres como al narco y, por el contrario, atacó tanto a sus adversarios como a los periodistas. Andrés Manuel no supo ser magnánimo en la victoria que le dimos con el voto 30 millones de ilusiones. Eso sí, supo generar odios y división cuando el País más necesitaba concordia. Se debe reconocer que con sus apoyos sociales alivió algunos de los sufrimientos de los más pobres, pero los transformó como el PRI, en instrumento de voto. Aquel que pidió diálogo y piso parejo cuando era oposición, ahora repitió lo que habían hecho por décadas el PRI y el PAN para usar al gobierno a favor contra la oposición.
Claro que será recordado por los más pobres, pues les hizo sentir que los apoyos salían de su bolsillo cuando realmente eran de los impuestos de todos. Terminarán las mañanera, ese ejercicio propagandístico lleno de mentiras y donde convenció a muchos de que no había ya masacres, que nuestro sistema de salud era el de Dinamarca, que teníamos el mejor aeropuerto del mundo, que todos los priistas por solo decirlo él, se convertían a la pureza política y eran redimidos. Se va quien logró crear un enorme movimiento aprovechando tres sexenios fallidos desde Fox y en los que se crearon las condiciones para que él, transformara la estructura del Estado mexicano, concentrando el poder en su persona eliminando no solo a la oposición sino a todos los contrapesos.
AMLO aprovechó las reglas electorales creadas por el PRI y el PAN, hoy partidos minúsculos, para tener la sobre representación que hoy goza MORENA para cambiar a su antojo la Constitución y logró incluir en ella, reformas sociales para beneficios de la clase trabajadora como los apoyos sociales y los incrementos del salario mínimo. Su sexenio será recordado como el más sangriento de la historia y en donde entregó el poder al ejército y a la delincuencia con su política de “abrazos y no balazos”. Doscientas mil muertes violentas que son competencia de las leyes federales no de las locales. Jugó muy bien por seis años con una oposición, que no supo cómo proponer algo distinto a la magia encantadora del gran domador de serpientes que es AMLO, quien nos deja ahora un sistema de compras gubernamentales de adjudicaciones directas y donde nunca sabremos cómo y a quienes se asignaron los contratos de obra pública.
Se va el que gustaba que la gente le besara las manos y le venerara en sus eventos.
Despido a AMLO de estas letras y deseo que nunca salga del rancho de cuyo nombre no quiero acordarme, esperando que Claudia traiga otro discurso donde nos convoque a la única manera en que los pueblos han prosperado en la historia: construyendo consensos. Olvidaré sus chungas y burlas de diario y esa enorme capacidad de decir sus “otros datos”.
Nadie es perfecto; somos todos, el resultado de esa mezcla de cosas buenas y malas. Moriremos en realidad cuando mueran quienes nos recuerden y en el caso de Andrés Manuel, serán muchos sin duda. Pero hoy, soy de los que quisiera nunca recordarle ni escribir de él porque imagino un País mejor, pero construido por todos. Hasta nunca, Andrés Manuel.