¿Cuántas veces hemos sido engañados por palabras halagadoras que, en lugar de construir, nos llevan al tropiezo? Estas frases cantarinas suelen inflamar nuestro ego como si fuera palomitas de maíz, solo para que, más tarde, una caída brutal nos recuerde la fragilidad de nuestra vanidad. 

Escuchar nuestras virtudes es un placer innegable; adornar nuestros oídos con alabanzas parece una forma de alimentar nuestra autoestima. Sin embargo, ¿qué sucede cuando estas palabras son engañosas y buscan nuestro perjuicio? En tales casos, la caída no solo es dura, sino que también puede dejar cicatrices profundas. 

La cautela es fundamental. Quizá por eso es importante mirarnos al espejo y reconocer nuestros límites, saber cuándo es prudente avanzar y cuándo es mejor retroceder; evitar esos estridentes manotazos que evidencian a quien no sabe nadar. Recordar el mito de Narciso y Eco, para  reflexionar en el desafortunado fin de Eco, quien condenada queda a repetir lo que otros dicen, mientras se desangra sin encontrar consuelo, y,  el hermoso Narciso, atrapado en su propia imagen, ahogado se diluye víctima de su vanidad. 

Esta historia cobra relevancia en tiempos en que algunos, al alcanzar un nuevo puesto o reconocimiento, tienden a perder el contacto con la realidad. En una frenética búsqueda de aprobación nublan su juicio y toman decisiones perjudiciales, alejándose de la realidad, de sus verdaderas capacidades. Esta absurda búsqueda de validación desvía nuestra atención de lo verdaderamente importante, alimenta rivalidades y, como una maldición, provoca la desconfianza de quienes nos observan. 

Las recientes noticias que circulan, nos llevan a reflexionar sobre estos temas. ¿Qué se busca al engañar? ¿Qué se pretende al falsear o distorsionar información? ¿Cómo pueden sostener posturas que solo protegen intereses distorsionados? ¿Son quienes acusan dignos de credibilidad? Mientras estas danzas en el fuego juegan, el país sigue siendo atacado y violentado desde sus raíces, los maleantes se benefician del caos, y nuestros gobernantes responden con ataques sin sentido, mientras las arcas se vacían. 

¿Qué hicimos con ese voto útil? Tal vez sea el momento de cuestionarlo, una vez más. ¿Esa esperanza depositada nos ofrece un cambio positivo? Es crucial reflexionar en lo que se ha elegido y atentos alinearlo con los valores que se ha decidido defender; exigir a nuestros líderes un compromiso genuino con la transparencia y la responsabilidad debería dejar de sonar a utopía. Dicen los que saben, que en los climas de incertidumbre se debe fomentar la cultura constructiva y el diálogo abierto, los líderes no solo están para escuchar o hacer discursos.

Tal vez solo se trata de resolver el verdadero desafío que radica en unir fuerzas para transformar la desconfianza en colaboración, y la desinformación en un compromiso por la verdad. Pues solo así, desde esta trinchera, podremos avanzar hacia un futuro donde la autenticidad y la justicia prevalezcan sobre la manipulación y la vanidad.

Hoy más que nunca debemos ser conscientes de las palabras que elegimos escuchar, promocionar la crítica constructiva que refuerza el entorno desde la humildad de quien sirve, para desde ahí encaminar nuestro destino y el de los demás. En un mundo donde la desinformación y la manipulación son comunes, promover una cultura de autenticidad y sinceridad es más importante que nunca. Solo así podremos construir una sociedad más fuerte, donde el respeto y la confianza sean la base de nuestras relaciones o ¿usted qué opina?

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