En este espacio he compartido reflexiones sobre la necesidad de que el País avance en la democracia directa y participativa y no solo en la representativa; es decir, que podamos decidir sobre aspectos de la vida nacional y local y no solo ser convocados en periodos electorales. Así, he comentado que las consultas populares son indispensables para que presentemos propuestas y que en aspectos como el “presupuesto participativo” que se aplica en León, decidamos sobre aspectos concretos de nuestra vida cercana. Tenemos alrededor nuestro, cuestiones como la inseguridad y la falta de agua, que en Guanajuato son críticos y sobre los cuales deberíamos ya proponer iniciativas al poder legislativo y acudir para ser convocados por el gobierno para que considere nuestras propuestas y puntos de vista.

Pero hay un aspecto donde considero que hemos tomando un rumbo equivocado como País y es la elección de jueces. En el diseño de la República desde la constitución como República en el siglo XIX, fuimos concebidos como un Estado con tres poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial. El sustento, es su independencia para que funcionen como contrapesos, para evitar el autoritarismo y la tiranía. Cuando solo funcionaba uno, tuvimos en México a tiranos como López de Santa Anna y Porfirio Díaz. Lo que nos salvaba en los tiempos de oscuridad, era precisamente, la concurrencia de los poderes. La idea del ex presidente López Obrador y su partido Morena, de que los jueces fuesen electos por voto popular, se hizo en tiempos en que su poder llegó al máximo al final del sexenio, sabiendo que la reputación de los jueces era baja, sobre todo por su nepotismo y sus altos sueldos y en algunos casos, su corrupción. Escandaloso es la práctica de contratar familiares, que es un reflejo triste de cómo se usa el poder en México, igualito que lo hacen el poder Ejecutivo, ya Alcaldes o Gobernadores, tanto como en el poder Legislativo, donde llegan al escándalo al colocar a cantidad de familiares y amigos.

La cuestión es que se creó el escenario para que el partido gobernante, Morena, tuviera no solo la sobre representación en el Congreso y así tuviera las condiciones para modificar la Constitución y reformar al Poder Judicial, para controlarlo. Es cierto que esto no existe en otra parte del mundo y experimentaremos un esquema de elección de jueces después de haberse realizado una tómbola para aquellos puestos que serán electos el año próximo. Si en las elecciones del ejecutivo participamos menos del 40 % del padrón electoral y en las intermedias para legislaturas menos del 30%, será de esperar que tengamos menos del 20% en junio del 2025. Y no es asunto solo de dinero, pues organizar elecciones “a la mexicana” con voto presencial en papel, es muy costoso, sino que votaremos por desconocidos, pudiendo aquí mezclarse el dinero sucio y el mismo crimen organizado metiendo candidaturas.

Como sea, ahora tendremos a jueces que serán electos por voto popular y a quienes seguramente, no conoceremos y que no habrán pasado por carrera ni por pruebas ni por escalafones ni por evaluación colegiada. Es el México donde aspectos claves como el equilibrio de poderes terminará, pues todo el aparato del Estado mexicano controlado por un partido hegemónico, como por 71 años lo fue el PRI, posicionará a sus candidatos para que sean ahora “sus” jueces quienes administren la justicia. Así, veremos en las siguientes décadas a un poder judicial subordinado al poder ejecutivo, tanto como lo es ya el legislativo.

Son tiempos nuevos, donde entramos a una etapa del País controlado por el crimen organizado en muchas regiones y en cantidad de dinámicas de la vida diaria que todos conocemos. Es un inicio muy complicado para la presidenta Sheinbaum. El México democrático y de libertades no será fácil de visualizar a futuro en este entorno de control de un solo partido y de una sola persona en el Poder Ejecutivo con el máximo de poder.

Pasaran décadas para que otro partido tenga el voto popular y revierta estas reformas por los errores que lleva de origen. Como sociedad, deberemos construir mientras, andamiajes sociales para mantener los pocos contrapesos que quedan, cuando, pronto, se acaben los equilibrios.  

 

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