Queridas víctimas de estas letras: uno de los aspectos más complicados de medir científicamente es el impacto de acciones humanas en nuestra salud, pues interactúa la genética con nuestros hábitos y el efecto del entorno. Un fenómeno que es poco estudiado, son las muertes por enfermedades debidas a contaminantes que son producidos en las industrias de León. El río Turbio recoge aguas industriales en la parte sur y sabemos que está contaminado por nuestros desechos industriales y municipales. De acuerdo con un estudio de Conagua, el índice de calidad de agua del río ha sido catalogado como “fuertemente contaminado” durante los últimos 20 años y uno de los cuatro más contaminados del País. La contaminación de su agua se produce cuando sustancias nocivas, como microorganismos o sustancias químicas, degradan la calidad del agua y la hacen tóxica para el medio ambiente y los seres humanos, incrementando la incidencia de cáncer, sobre todo infantil.
Los llamados “pasivos ambientales”, esto es, aquellos residuos que no han recibido algún tipo de tratamiento, reciclamiento o disposición, son muchos en nuestra ciudad. Pero una parte significativa, cuando no pueden ser trasladados a depósitos o confinamientos aprobados por las autoridades federales, están en el sur de la ciudad. Como aquí lo he presentado en años anteriores la cuenca hidrológica del Valle de Señora, esto es, de León, corre de norte a sur, ya en forma superficial o subterránea o por el mismo drenaje. Si la cantidad de residuos peligrosos se ubica en el sur, ya sean residuos de tenerías o de cromo hexavalente o de desechos de la agricultura, o los que son depositados clandestinamente en terrenos y, por lo tanto, generan lixiviados peligrosos o son arrastrados por la corriente del río Turbio.
Lamentablemente no hemos hecho un buen manejo de la cuenca, pues la industria curtidora ha debido sostenerse. Son pocas las cuencas orientadas a la administración en términos de conservación, recuperación y protección, con la finalidad de asegurar la sostenibilidad ambiental. El agua del Turbio presenta características de agua industrial en la parte alta de la cuenca, debido al aporte de las descargas sin tratamiento. Recordemos que, en 1994, cuando creábamos la primera Maestría en Medio Ambiente en el estado, desde la Ibero León, la mortandad de 25,000 aves acuáticas migratorias en este río llamó la atención de organizaciones ambientales nacionales e internacionales y alertó sobre el deterioro ambiental en esta cuenca. Y aunque se debió a un brote de botulismo aviar, nos hizo voltear a la problemática del Turbio.
Los procesos hidrogeoquímicos ocurridos a lo largo del flujo de agua del río Turbio son complejos y dependen de muchos factores. Se han hecho estudios sobre los contaminantes, pero no sobre el efecto en la alta incidencia de cáncer en la zona de influencia. El tipo de descargas, en su mayoría están asociadas a la industria curtidora; la familia de agua predominante es del tipo clorurada-sódica y carbonatada-sódica; además, se encuentran residuos de metales como aluminio y cromo. El agua del Turbio sigue hacia el sur y llega a la presa Tres Villas, una riqueza natural en Cuerámaro que se encuentra amenazada por la contaminación; en ella habitan diferentes especies de aves migratorias que cada año llegan procedentes de Estados Unidos y Canadá para pasar la temporada invernal. El cauce del Turbio tiene un proceso de alta degradación ecológica y su contaminación puede aumentar el riesgo de padecer cáncer, ya que algunas sustancias que se encuentran en el agua pueden ser cancerígenas. El efecto dañino a la salud se encuentra precisamente en al menos tres fenómenos directos: el primero, la contaminación de las hortalizas al ser regadas por pozos con agua contaminada del subsuelo; el segundo, es por el agua que se toma, aparentemente potable que está contaminada por los residuos peligrosos, como el de la antigua planta de Química Central y el tercero, en las enfermedades respiratorias por el arrastre en la atmósfera de este tipo de residuos cancerígenos en la piel y pulmones.
Lo cierto, como lo expresé en este espacio hace tres años, es que la Secretaría de Salud registra un incremento claro de enfermedades como la leucemia o enfermedades en la piel y que no tendrían otra explicación que el incremento de residuos peligrosos en el subsuelo y por lo tanto en el agua y en los alimentos. Aunque es un “secreto a voces” entre médicos, bioquímicos y autoridades del sector salud, no hay otra manera más que evidenciar lo que ya sabemos que es una realidad y, por tanto, en las precauciones necesarias para medir los niveles de contaminación en los pozos de esta zona y en las medidas preventivas y correctivas, para reducir el incremento de tantas muertes, sobre todo infantiles, debidas al cáncer que provoca el Turbio.
RAA