Libia Dennise García Muñoz Ledo, la primera mujer en ocupar la gubernatura de Guanajuato, enfrenta un panorama repleto de desafíos y oportunidades. Desde bajar los índices delictivos, hasta desarrollar su propio estilo de gobernar. También, deberá transitar sobre una delgada línea que equilibre la sana distancia con su partido y el compromiso de gobernar igual para todos. Así, sus palabras y acciones irán configurando su impronta, su estilo personal: “Seré aliada de quienes busquen lo mejor para Guanajuato, pero también seré clara en que no me detendré ante quienes regateen el avance de nuestro estado”.
En política, los gobiernos se sustentan en la opinión pública, un intangible que se debe cuidar como la quintaesencia del éxito. En el ámbito público, los castillos de arena pueden derrumbarse en un instante, desmoronando el prestigio construido con esfuerzo. La transparencia, la comunicación, la rendición de cuentas y los resultados tangibles son los cimientos de un buen gobierno. Gobernar es la elocuencia de poder persuadir, no de imponer. “Caminar juntos” es la premisa de un gobierno exitoso.
Guanajuato ha tenido grandes gobernadores y otros muy pequeños y corruptos. Entre los gobernadores priistas con estilo único están: Juan José Torres Landa, un verdadero estadista, fue carismático y popular, con una inclinación natural hacia la obra pública; Enrique Velasco Ibarra, fue un académico con una visión teórica del arte de gobernar, afable y bohemio, cuyas decisiones no siempre fueron correctas y tuvo un trágico final. Rafael Corrales Ayala, con un estilo forjado en la realpolitik, astuto, sibarita y maestro en el arte de la intriga. Tres gobernadores, tres estilos de gobernar, que dejaron su impronta para la historia.
El abanico de estilos en los gobernadores panistas es variado: Juan Carlos Romero mostró un enfoque reflexivo, talentoso, buen orador y defensor de las instituciones, respetuoso de la diversidad de pensamientos que cruzó el pantano sin mancharse el plumaje. Héctor López Santillana, con un estilo sobrio y discreto, se caracterizó por su cortesía republicana y valores humanistas.
Carlos Medina fue gobernador mostrenco. Su gubernatura fue espuria, un dedazo de Carlos Salinas, sin el voto de los guanajuatenses, fue oportunista y soberbio, con aires de superioridad moral… Nunca tuvo vocación de servicio, le gustan los reflectores, se dedicó a lucrar con instituciones públicas y beneficiarse a la sombra del poder.
Por su parte, el carisma de Miguel Márquez fue, sin duda, su carta de presentación. Excelente político, elocuente tribuno, astuto, desconfiado, conocía las reglas no escritas del ejercicio del poder y las servidumbres que este impone, supo empatizar con el Gobierno federal, pero cometió un error imperdonable: hacer gobernador a Diego Sinhue, un joven inmaduro y soberbio, presa fácil del “hybris”.
Según los griegos, esta enfermedad del ego desmedido afecta a quienes lucran con el poder para beneficio propio, relegando sus nobles causas. Sinhue dejó de escuchar, de entender, de ver… el poder lo enfermó. El exgobernador Oliva, de infausta memoria, palidece frente a Diego Sinhue. ¡Así las cosas, los negocios del exgobernador lo convirtieron en flamante “empresario” y mejor decidió vivir en Woodlands! Pero la Némesis siempre llega: en política, dejar el poder en medio del desprecio social es el castigo a la arrogancia.
Así, a lo largo de la historia, los gobernadores de Guanajuato han mostrado perfiles diversos: encuentros y desencuentros, distancias frías y cercanías cálidas, unos, aptos y otros, ineptos. Algunos lograron cruzar el pantano sin mancharse, mientras que otros se revolcaron en los lodos de la corrupción: coimas, empresas consentidas, obras infladas, prestanombres, opacidad, cerrados círculos de compinches, dinero, negocios, inmuebles y más…
Entonces, la pregunta que surge es: ¿cuál será el estilo personal de gobernar de Libia? Es pronto para opinar. Guanajuato, con sus múltiples retos, es campo fértil para el liderazgo de Libia Dennise, quien tiene ante sí la oportunidad de apuntar alto, como gran estadista y gestionar la esperanza de un futuro promisorio para Guanajuato. No es solo el presupuesto lo que determinará el cambio en Guanajuato, sino el carisma y la vocación de su líder para transformar las realidades que duelen en bondades que sanen.
“El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”: Winston Churchill
RAA