Nos están robando el país. Secuestraron nuestra democracia al hacerse ilegalmente de una mayoría calificada en el Congreso de la Unión, que el electorado jamás les concedió. Ejecutaron ilícitamente una elección de Estado pasando por alto normas de cualquier jerarquía jurídica. Intentan por todas las vías aniquilar nuestro Estado de derecho para que nuestro país sea conducido de acuerdo a los impulsos viscerales de personas, rotas por dentro, opuestas a la menor limitación legal. Han destruido las instituciones republicanas creadas con el esfuerzo de varias generaciones de mexicanos que pagaron con destrucción y sangre, nuestra libertad y nuestro progreso. Se proponen, con buen éxito, desaparecer los organismos autónomos garantes de nuestra democracia. Han dividido socialmente al país arrancándonos las costras de las heridas que algún día cicatrizarían. Arruinaron el sistema educativo, la herramienta fundamental que garantizaría la prosperidad de la nación. Autorizaron la expansión del crimen organizado decidido a contaminar con sustancias tóxicas a la nación, devastando con cobros de piso a las pequeñas y medianas empresas creadoras de fuentes de empleo. Dilapidaron los valiosos recursos públicos en costosas obras inútiles, escondieron el destino del ahorro de los mexicanos, en lugar de construir la infraestructura imprescindible y eficiente para detonar el crecimiento económico, entre otros daños mayores. Se descubrieron escandalosas malversaciones de fondos públicos que permanecen impunes. Silenciaron nuestra antes poderosa voz en el concierto de las naciones para convertirnos en una indigna república bananera que ha perdido el respeto internacional, tal y como se comprobó con la insultante representación diplomática del mundo, acreditada en la toma de posesión de la señora Sheinbaum.
Pasemos entonces lista en voz alta y sonora, para detectar la identidad de las personas físicas o morales que tendrían que haber protestado, airada y públicamente, al comprobar la magnitud del daño que unos bárbaros enemigos de la civilidad y del progreso le están ocasionando a la Republica, hundiendo sus afilados y fríos aceros en la espalda de nuestra joven democracia que ya empezó a escupir borbotones de sangre oscura por la boca.
El amor a la patria, el coraje, las esperanzas ante el presente y el futuro de nuestros hijos. ¡Ausentes! Los partidos políticos creados para promover la participación de la ciudadanía en la vida democrática de México. ¡Ausentes! Las cámaras empresariales y asociaciones diseñadas para defender los intereses de sus agremiados. ¡Ausentes! Los sindicatos gremiales, de empresa, los industriales, entre otros tantos más. ¡Ausentes! Las diversas asociaciones de padres de familia creadas para vigilar y mejorar los niveles educativos del estudiantado para prepararlo de cara a la modernidad. ¡Ausentes! Los jóvenes, impetuosos, intolerantes y vigorosos luchadores de la libertad y de la evolución. ¡Ausentes! Los institutos y comisiones para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres. ¡Ausentes! Las policías del país. ¡Ausentes! Los órganos autónomos, entidades públicas que tienen la responsabilidad de llevar a cabo funciones independientes al Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. ¡Ausentes! Las fiscalías facultadas para investigar delitos y perseguir a los imputados y consignarlos con apego a la ley. ¡Ausentes! Las organizaciones de derechos humanos. ¡Ausentes! Los empresarios. ¡Ausentes! Nuestros maestros. ¡Ausentes! Las representaciones de profesionales independientes. ¡Ausentes! Los integrantes de la sociedad mexicana con sus honrosas excepciones. ¡Ausentes! Las televisoras, radiodifusoras y los medios escritos, también con sus debidas excepciones. ¡Ausentes! La inmensa mayoría de políticos de la vieja guardia, intelectuales y periodistas, con la exclusión de algunos enormes patriotas decididos a jugarse el todo por el todo. ¡Ausentes! Las fuerzas armadas encargadas de exterminar a los traficantes de la salud de los mexicanos. ¡Ausentes!
Todos los encargados de defender los más caros intereses de México, de impedir el avance de los bárbaros. ¡Ausentes! Cuando el caos se vuelva a apoderar de México, será muy tarde, la demolición del país construido por nuestros ancestros habrá sido consumada y el proceso de reparación será infinito.