Recién vi el filme “El lugar de la otra” que trata del asesinato que comete la escritora María Carolina Geel en el famoso Hotel Crillón en la Ciudad de Santiago de Chile. El crimen fue ejecutado a sangre fría dando fin a la vida de su amante, el periodista Roberto Pumarino. Carolina y Roberto mantenían una relación secreta ya que él era casado. Cuando fallece su esposa, la escritora espera casarse con el periodista, pero él decide hacerlo con otra mujer. Carolina se llena de ira y decepción, se siente traicionada, se dirige al hotel donde su amante se encontraba en el salón de té, se acerca a su mesa, se sienta enfrente de él, argumentan algo, ella saca una pistola de su bolso y le dispara varios tiros matándolo. Su cuerpo ensangrentado yacía tirado en el suelo y ella lo abraza y lo besa declarándole su amor. La corte de apelaciones condenó a Carolina por homicidio a tres años de prisión, los cuales no llegó a cumplir.
Un año después de la sentencia, la poeta Gabriela Mistral, quien ejercía como cónsul de Chile en Estados Unidos, intercedió por Geel y envió una carta al presidente en turno, Carlos Ibáñez de Ocampo, solicitando el indulto de la condenada: “Respetuosamente, suplicamos a V.E. indulto cabal para María Carolina Geel que deseamos las mujeres hispanoamericanas. Será ésta, una gracia inolvidable para todas nosotras”, pedía Mistral en la solicitud. “Sepa mi estimada amiga, que en el instante en que usted formula una petición, este es un hecho atendido y resuelto”, contestó el mandatario.
Quedé desconcertada por la petición de Gabriela Mistral y más con el indulto del presidente. Hoy creo que un crimen de esa naturaleza no sería tomado a la ligera y con tanta benevolencia. En el contexto de la época es posible que se haya tomado como un acto de reivindicación a la mujer engañada por su amante. Sin embargo, el acto violento no deja de ser un crimen que debía ser castigado ya que no hay atenuantes suficientes para indultar.
Hace unos días en Querétaro, se mediatizó el caso de Esmeralda, una chica de 14 años que según la primera versión del fiscal del estado basada en pruebas periciales, después de un embarazo de 36 semanas dio a luz a un bebé que lloró, respiró, y falleció por asfixia debido a un estrangulamiento, lo que se considera un homicidio. La defensa de Esmeralda alega que fue un aborto espontáneo en lugar de un parto prematuro por el número de semanas transcurridas, a la vez que se asegura que hubo violación. En esta ocasión, como lo hizo en su tiempo Gabriela Mistral, la Secretaria del INMUJERES, Citlalli Hernández, pide la “dispensa” favoreciendo a la defensa. Ahora el homicidio de un bebé se ha convertido en aborto evitando primordialmente la revictimización de Esmeralda.
El caso de esta chica es dramático. Considerando los posibles agravantes de pobreza, ignorancia, adolescencia y abusos sexuales, no debería necesariamente criminalizarse, ya que también es víctima de otras circunstancias. Igualmente cabe mencionar que nadie se ha expresado en torno a la otra víctima inocente y vulnerable del bebé. Todos los derechos parecieran centrarse en la madre, y de la sensibilización del caso, pero es un hecho que una personita muere sin que una voz abogue por ella. La verdad no debe ser alterada y los derechos de ambas víctimas deben ser respetados. Si Esmeralda hubiera sabido de asociaciones que apoyan a mamás en situación vulnerable y la hubieran acompañado en su embarazo, el bebé hubiera tenido la oportunidad de vivir.
acentodemujer@hotmail.com