En Estados Unidos, con el triunfo de Donald Trump los índices bursátiles en Wall Street rompían récord al alza, celebraban con euforia el triunfo republicano del carro completo, el país se teñía del color rojo; mientras, en el resto del mundo, barruntos de preocupación ensombrecían a los más avezados gobiernos. 

Pero ¿por qué los mexicanos le temen tanto a Trump? Desde luego que la relación de México con el vecino país del norte tiene una larga historia de claroscuros, abusos e intimidaciones. Pero también hay que hacer notar que han sido gobiernos demócratas, que no los republicanos, los actores de los peores conflictos y guerras contra México: la Guerra de 1846-1848, la pérdida de la mitad del territorio mexicano; la invasión a Veracruz, 1914; la Expedición Punitiva contra Pancho Villa, 1916-1917, fueron durante gobiernos demócratas.

Sin embargo, las ríspidas relaciones, guerras y amenazas y el hecho de tenerlos como vecinos a lo largo de casi 180 años nos ha permitido aprender a lidiar y dormir al lado de un elefante, sin que nos aplaste. Así las cosas, el oficio de la diplomacia mexicana se construyó a partir de estas difíciles circunstancias históricas que le dieron a México la habilidad para negociar con el gobierno del país más poderoso del mundo; pero eso no es todo: también, desde el México independiente, los gobiernos tuvieron que arreglárselas para hacer audaces esgrimas de diplomacia con el Vaticano: la más rancia, autoritaria y dogmática diplomacia del orbe. Con esta experiencia de sobrevivencia y diplomacia, México está listo para esquivar los supuestos golpes directos de Trump.

Pero volvamos a la misma pregunta ¿por qué tanto miedo a Trump, si ya en el pasado México lo vivió cuatro años y no nos fue mal?  Tal vez Gustave Flaubert, en su tiempo, capturó una inquietud universal que resuena fuertemente en México: “El futuro nos tortura y el pasado nos condena”. Esta frase representa el peso de una historia compleja y, al mismo tiempo, la incertidumbre que rodea a un país como México. Las palabras de Flaubert hablan tanto del sufrimiento que acompaña a la memoria histórica como del temor hacia un futuro que, en el caso mexicano, parece enredado en viejos problemas que no se logran resolver en el inconsciente colectivo del mexicano.

México tiene una historia profundamente marcada por episodios de violencia, injusticia y lucha social: La conquista, la colonización, las guerras de independencia, la pérdida de Texas, la Reforma, la Revolución Mexicana, han dejado huellas profundas, traumas y resentimientos, en la memoria colectiva.

Actualmente, la reelección de Trump significa preocupación en el horizonte político y económico de México. Su retórica confrontativa, amenazante y proteccionista, podría  significar la imposición de políticas aún más restrictivas en términos de migración y comercio, complicando los esfuerzos de México para proyectar un desarrollo sostenido. La perspectiva de políticas extremas en el vecino del norte se convierte, entonces, en una fuente constante de inquietud, una especie de tortura de cara a un futuro incierto.

Pero México también tiene que encontrar maneras de hacer frente a las amenazas externas, sin perder su identidad y soberanía. En un mundo globalizado, la relación con países como Estados Unidos es crucial; México es competitivo, lo necesita el vecino, y también tiene la capacidad de ampliar sus alianzas internacionales y fortalecer su economía interna para crear un futuro que, en lugar de torturar, ofrezca esperanza y estabilidad.

En múltiples ocasiones el pueblo mexicano ha mostrado su gran resiliencia que, pese a todo, sigue adelante. La condena del pasado y la tortura del futuro pueden ser lecciones profundas para México. Reconocerlas y enfrentarlas podría ser el primer paso hacia una transformación que permita superar las sombras de la historia y las incertidumbres del porvenir, construyendo así un México más justo, independiente y equitativo.

“… El hombre aprende en la guerra a ser solidario, a tomar retos y a colaborar”, decía un joven soldado. Aprendamos a cambiar sin una conflagración mayor, no esperemos a que alguna entidad externa le dé sentido a México y a nuestras vidas. El reto es vencer el miedo, porque Trump “aplasta a los débiles y respeta a los fuertes, en una negociación”: escribe en su libro. 

“Vienen años extraordinarios para México”: Carlos Hank, presidente de Grupo Banorte. 

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