Este domingo, los panistas y los miembros del Partido Acción Nacional (no son lo mismo) irán a las urnas a decidir el destino de su partido político. Deberán escoger entre dos opciones: la que encabeza Jorge Romero Herrera, el representante de la partidocracia encumbrada desde hace años en la dirigencia de ese instituto político; y Adriana Dávila Fernández, militante proba, de larga experiencia política.
La exsenadora y exdiputada federal está apoyada por los supervivientes del panismo histórico, así como por los panistas avergonzados de la degradación y corrupción que ha padecido su partido en las últimas décadas. Hoy, para lograr rescatar al PAN, solo hay un camino: que gane Adriana.
Pero lo que parecería una natural y fácil decisión, consecuencia de los lastres, traiciones y derrotas que pesan sobre Acción Nacional, no lo será. Todo está diseñado, entre tenebras, para que gane el sucesor designado por la camarilla partidista.
Especialmente desde los gobiernos, estatales, municipales y las dirigencias del partido, que requieren que llegue Romero para obtener cobertura institucional, y así continuar sus acciones extractivas de los presupuestos públicos para clientelizar y comprar votos, igual a como lo hace Morena. El poder de la nómina será un mecanismo ideal para que todos los burócratas azules voten por el émulo de Marko Cortés, que garantiza el continuismo disfrazado de cambio.
Gobiernos como el estatal de Guanajuato, municipales como Querétaro, y dirigencias regionales como la de Veracruz, se encuentran prestos a movilizar, mediante sus padroneros (controladores del padrón panista) a varios miles de supuestos militantes y temerosos burócratas amenazados, para que acudan a votar por el candidato cupular.
Guanajuato ha mantenido una línea oficialista con los últimos e impresentables presidentes de Acción Nacional. Desde hace tres sexenios decidieron los gobernadores alinearse con la burocracia dorada del Comité Ejecutivo Nacional. Las ventajas estaban a la vista: “yo te apoyo para la dirigencia y tú me entregas la franquicia del PAN en Guanajuato, para nombrar todas las candidaturas en el ámbito local”.
Negocio redondo, que incluye como parte del pacto de impunidad, hacerse de la vista gorda desde la Ciudad de México para que cada quien haga lo que su dedo decida, sin evaluar los resultados de sus gobiernos y dirigencias estatales.
En los municipios también funcionan con fluidez esos acuerdos, como en la ciudad de Querétaro, donde por medio de su recién electo alcalde, persona de todas las confianzas del senador Ricardo Anaya, apoyarán a Romero para tener campo abierto para operar un gobierno faccioso que les permita realizar múltiples negocios. En eso están el nuevo presidente municipal, de apodo “Felifer”, y todos sus ambiciosos socios.
Otro caso es el de los comités estatales panícolas, como el de Veracruz, que debería definirse con claridad por Adriana Dávila, luego del traumático evento de la traición de los Yunes. Pero aparentemente no será así. La franquicia ha quedado en manos de Enrique Cambranis, un elemento acomodaticio que ha ligado ocho diputaciones plurinominales al hilo. Este personaje maneja el padrón estatal y manipulará la elección para intentar erigir como presidente nacional a Romero Herrera. Todos contentos en busca de la siguiente diputación.
Adriana Dávila ha realizado una esforzada campaña inspirada por el entusiasmo panista de siempre. Una difícil brega, que no debería de ser de eternidad, sino finita, por el estado de descomposición en el que se encuentra el PAN. Hay que extirpar la red de corrupción, manejada por un puñado de oligarcas del partido, atentos a recoger todas las migajas que Morena les deje en el basurero de la política mexicana. La faena está complicada, pero debe de iniciarse de inmediato, por un nuevo equipo totalmente renovado.
Rescatar la dignidad partidaria, es una hazaña excepcional en manos de algunos panistas de buena cepa, encabezados por Adriana. Este grupo debe de tener la claridad necesaria para entender, que si son derrotados, no será en buena lid. Por lo tanto hay que reaccionar para no servir de validadores de una elección simulada, porque ya todo estaba definido. Lo que deberíamos ver a continuación es el abandono de la esperanza de rectificación del PAN, para de inmediato poner toda la energía de ese buen panismo, al servicio de nuevas causas, verdaderamente comprometidas con la honestidad, la democracia y la participación de los ciudadanos. La esperanza y la ilusión de rescate se habrá terminado. A otra cosa.
RAA