Tomando turno, las dos hemos hablado de la importancia de cerrar ciclos. Ahora te escucho atentamente pensando, que me hubiera gustado oírte hace tiempo para seguir con precisión tus instrucciones.

Aunque no suele ser tan sencillo en la práctica, puesto que las amarras son fuertes y las anclas muy pesadas. Siendo así, resulta fácil caer en el confort de mantenerse únicamente a flote, el avanzar, se convierte en una opción de segundo término.

Hay círculos que no se cierran, puertas entornadas que rechinan con el soplo del aire, que dejan escapar las palabras cautivas, esas que penetran mis oídos con una crueldad sin tiempo. Yo las escuché muchos años, por largo tiempo, traté de escapar de ellas inútilmente porque no tenían una ubicación o un sitio exacto. Ellas estaban dentro de mí, me habitaban y musitaban cizañosas en el silencio tardío, cuando las horas caían y la casa se quedaba callada mas no mis pensamientos.

Como el trayecto por recorrer es largo, lo hemos dividido en etapas, conmemoramos el principio y el fin, hacemos celebraciones alegres o procedemos a hacer duelos para resolver nuestras perdidas. Hay otros cierres inconclusos que perduran como parte nuestra, dan vueltas confundidos en nuestra sangre alimentándose de nuestra energía vital.

Comprendí hace tiempo la inutilidad de mantener ciclos abiertos, me declaré cansada del sabor acre del resentimiento. Ya cuando el hartazgo cayó con toda su fuerza sobre mí, y entendiendo que me autoflagelaba, decidí optar por sólo mirar al río sin zambullirme dentro. 

Y ahí, parada en la orilla, lo escuché rugir con fuerza, como un león herido lo vi en las aguas violentas manotear inútilmente, porque, ¿quién detiene y modifica el tiempo? Nadie tiene la facultad de hacerlo, somos seres en continuo crecimiento, vamos evolucionando a base de tropiezos, somos ramas resilientes que crecieron de un tronco cercenado, y aun así hemos dado frutos.  

Hubiera querido que llegaras antes amiga, escuchar tus consejos tiempo atrás y seguir tu voz, pero no fue así. Peleé mis batallas en solitario y desandé el camino cerrando puertas, así, silenciando voces, permití la entrada de la vida.

Desde mi sitio en el salón, veo sus ojos seguirte interesados, uno que otro apunta con rapidez como si quisiera tener un instructivo. No es tu caso ni el mío. Cerramos ciclos, soltamos amarras, nos reinventamos rompiendo falsas creencias, estamos aquí. En un breve lapso, tus ojos se fijan en los míos, nos miramos empáticas comprendiendo nuestras vidas, y entonces nos regalamos una sonrisa que lo dice todo y nos unifica.

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